domingo, septiembre 24, 2023

A vueltas con el tema de la cátedra

 

Como ya dije en otro momento, la cátedra, precisamente por su carácter sacro, debe evitar totalmente parecer un trono, y menos todavía un trono mundano, lujoso, recargado de elementos que sean una afirmación del yo. Tampoco me gustan las sedes inmensas, con respaldos altísimos, doseles. Tampoco suele ser muy feliz la imagen del obispo con un cuadro sobre su cabeza, un cuadro con su escudo colgado encima de un fondo de terciopelo.

La cátedra debe expresar sacralidad, pero con una cierta sencillez. Debe expresar más la continuidad con los predecesores que una exaltación del yo. Alguien me dirá que sí que puede expresar muchas cosas un simple asiento. Pues sí, un simple asiento puede expresar muchas cosas y con muchos matices; y, además, lo seguirá haciendo durante siglos. Por eso, la misma sede debe ser una obra de arte en consonancia con la obra de arte total que es el templo catedralicio. Ya que no es raro encontrar cátedras estéticamente desconectadas del entorno en el que se las sitúa.