Creo en la gran e impresionante Iglesia Católica que atraviesa los siglos. No me atrae nada la "iglesia" pobretona de Jesucristo Superstar que ni siquiera está muy segura de qué es en lo que cree y ni siquiera está muy segura de existir.
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Una comentarista ayer escribió:
El templo
como lugar de encuentro con el misterio Dios marcó su encuentro con el hombre
en todas las cosas.
Exacto, el templo como
lugar de encuentro con Dios. El edificio que describo como un lugar de encuentro con la Iglesia. No un lugar donde la Iglesia
se reúne, sino un marco para que la Iglesia (y los no creyentes) se asomen a una parte de la Iglesia: el sacro colegio.
La comentarista escribía:
En ellas el
hombre puede encontrar a Dios.
Mi edificio explora la
idea del encuentro con la Iglesia. El encuentro con el misterio de la Esposa de
Cristo.
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La comentarista escribía:
Desde la
experiencia cristiana y la arquitectura como arte en interacción con la
comunidad humana, constituyen una relación reciproca en la cual la fe crece, el
creyente y su Iglesia se nutren con mucho y de esta manera nos abrimos a la
gran plenitud de Cristo en nosotros.
Exacto, el Claustro Sixtino
es un edificio pensado para la interacción. La relación entre un grupo de 120
purpurados y los monseñores que les ayudan y el mundo. El mundo presente a
través de los medios: dentro, antes del cónclave; y fuera después.
Pues el
edificio concreto, bellísimo, rotundo, se convierte en símbolo, en icono, en
afirmación gloriosa (y misteriosa) de lo que ocurre dentro: ¡la elección del
vicario de Cristo! La elección de la cabeza visible del Reino de Dios sobre la
faz de la tierra.
Si eso no merece un
edificio impresionante (sin lujos), pero rotundo, ya no sé que lo va a merecer.
¿Sería lo mismo la presidencia
de Estados Unidos sin la Casa Blanca? El eco impresionante reinado de Felipe II
sigue presente en el edificio de El Escorial.
Con gran inteligencia
(hicieron muy bien), los aliados dinamitaron todos los edificios del III Reich
que pudieran convertirse en símbolos. Aunque dinamitaron poco más que la cancillería,
porque Hitler fue un hombre de proyectos y más proyectos, pero no de realidades
arquitectónicas.
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La comentarista escribía:
Así, la
arquitectura deja de ser un montón de ladrillos ordenados para convertirse en
un gran acicate del misterio cristiano, cuyo centro es Cristo.
Sí, ya estoy harto de
montones de ladrillos. Yo no pretendo que un misionero de un poblado en la selva
del Amazonas vaya vestido como un monseñor romano. Cuando voy a predicar a
lugares tropicales, voy con una sotana blanca simplicísima. Cada lugar tiene
sus usos y costumbres. Una aldea de los Andes no es Roma, ni Roma es una aldea
de Papua (Nueva Guinea).
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Post Data:
Roma ha sufrido varias
plagas egipcias: La de los años 70 fue la plaga de los hippies de izquierdas
(metidos a curas), la plaga del Renacimiento fue la de los Borgia. Nueve de cada
diez encuestados consideran que la plaga borgiana, aunque lamentable, fue mucho
más bella.