domingo, junio 21, 2020

Pensamientos acerca del nuevo orden mundial



Si os fijáis, “nuevo orden mundial” es una expresión que no uso nunca. La razón es que, aunque ya se ha implantado una nueva mentalidad en nuestras sociedades del siglo XXI, no se ha implantado todavía un nuevo orden internacional.

La nueva mentalidad lleva años calando en los intelectuales, en los medios de comunicación y en los políticos. Solo en los últimos años hemos visto como imponía sus tesis en el ámbito legal, restringiendo la libertad, llevando a los tribunales por delitos de opinión. Por supuesto que esta restricción de derechos se lleva a cabo en nombre de la libertad. Cada nueva restricción se realiza para ampliar la libertad o para defenderla.

Cada ataque, por supuesto, se realiza bajo la bandera de la defensa. Se subvierte, completamente, el concepto de ataque y defensa. El agredido se convierte en agresor en el discurso de esta nueva mentalidad. Esta dinámica, por supuesto, no tiene final.

Pero el cambio de mentalidad y las primeras leyes de este tipo no conforman un nuevo orden mundial. Sería erróneo afirmar tal cosa. Una cosa es la mentalidad; y otra, el orden social. Ciertamente, esta nueva dictadura de las ideas conllevará una dictadura social, en el futuro. Pero ese nuevo orden todavía no se ha implantado. Sin duda, llegará, pero el orden actual es el antiguo.

Cuando, entre la élite, triunfaron las ideas de la Ilustración, se tardó todavía tiempo en que eso cristalizara en un nuevo orden social. En la época de Voltaire, todavía existía el antiguo orden. Un tiempo después la nueva mentalidad sí que creó un nuevo orden social. Lo mismo pasa ahora. No dudo de que ese nuevo orden llegará, pero ahora mismo no se puede hablar de que vivimos en un nuevo orden.

Todos sabemos que la nueva dictadura que se implantará en las democracias occidentales lo hará en nombre del antifascismo, siempre tendrá en su boca las palabras “respeto” y “tolerancia”. Se enviará a prisión en nombre de la libertad.

Resulta un hecho indudable que la mayor de vídeos sobre el nuevo orden mundial que se pueden encontrar en Youtube son fantasías de dieciochoañeros que creen que el mundo se puede dominar con planes que parecen sacados de una película del Dr. Maligno.

No tendría mayor trascendencia esa abundancia de vídeos fantasiosos si no fuera porque un pequeño tanto por cierto de católicos y evangélicos se los están creyendo. Conviene recapitular la situación actual para recobrar una cierta visión sensata de las cosas:
—ahora mismo no hay un nuevo orden mundial fruto de una conspiración
—prácticamente todas las teorías de la conspiración son falsas

Tampoco me atrevo a afirmar rotundamente que todas son falsas. Una mentalidad racional no puede descartar que haya alguna verdadera que yo, desde luego, no conozco.

Los pastores deben centrarse en el anuncio del Reino. Debemos anunciar la Buena Nueva, no dedicarnos a ser pregoneros de teorías. Con la excusa de querer defender el Evangelio, no podemos caer en el vicio de predicar algo que no sea el Evangelio.

¿Hay que advertir a los fieles? Aquello de lo que hay que advertirles ya está contenido en la Palabra de Dios. Si predicamos acerca de las Escrituras, allí están todas las advertencias. Pero si pienso que debo concretar en el ahora las advertencias bíblicas, fácilmente me puedo encontrar predicando un mensaje humano y solo humano. Pensamos que los demás se equivocaron al caminar en unas laderas tan resbaladizas, pero que yo no lo haré. El mero hecho de caminar por esas laderas ya resulta una insensatez.

En la Palabra de Dios, ya está expresado lo que hay que afirmar, lo que hay que negar, acerca de lo que hay que advertir. Las Escrituras son expresión: y expresión también de la negación.

La predicación, ante todo, es afirmación. Es más fácil de lo que parece creerse en un apóstol de los últimos tiempos y llegar a la convicción de que yo debo predicar lo que otros callan. Olvidando, así, que puedo acabar predicando un contenido completamente personal, humano, falible. Hay una diferencia radical con el que predica una síntesis personal, sí, de la lectura y meditación de la Biblia. Pero una síntesis personal de que escucha y se somete a esas Escrituras. En ese caso, la predicación será humana, pero embebida de lo Divino. Será, por supuesto, una predicación falible, pero con el deseo de transmitir un mensaje que proviene del Infalible.

Una predicación humana y mala puede estar repleta de versículos de la Biblia. Una predicación acerca de lo Divino puede ser una síntesis completamente personal en la que no se mencione ni un solo versículo de la Biblia.