La parte de la genealogía
de Jesús es uno de los temas que toco en mi novela sobre san Pablo. Para nada
pensaba tocar este asunto en una biografía sobre el apóstol.
Ahora bien, me encontré
con que el Evangelio de Mateo fue escrito en vida de
Pablo. Y, sin ningún género de duda, llegó a Antioquía pronto.
Si vemos todo el tiempo que pasó Pablo en esa ciudad entre sus viajes, era
inevitable describir la escena de la llegada de
ese evangelio de Mateo. Si a eso añadimos que el Evangelio de Lucas, con
bastante certeza, fue escrito en la ciudad de Antioquía, resultaba inevitable
no hablar de la redacción de la obra lucana.
Así que me vi obligado a
hablar de la redacción de una obra y de la llegada de otra. Era imposible no
hacerlo. No podía hablar de mil cosas y no decir algo, un poco, de esos dos
hechos: la redacción y la recepción.
Pero hablar de la recepción,
suponía que nada más abrir el libro mateano se encontraban con la genealogía. La
cual, a primera vista, sin darle muchas vueltas, no
coincidía con la genealogía lucana.
En mi novela, tuve que
dar una explicación. Alguien dirá que me fui por las ramas, pero ese fue uno de los grandes hechos de esos años. No solo eso, Pablo
estaba allí y Pablo era (o iba a ser) el gran escritor cristiano de su
generación. ¿Podía el apóstol no ocuparse del asunto?
O replanteando la
pregunta: Si el mayor teólogo cristiano de la
época, era ya obispo, ¿podía desentenderse de
esa cuestión que salta a la vista en la primera página?
Evidentemente, no. Sin
duda, seguro, Pablo habló de este asunto con los
ancianos de la ciudad.
Así que, como veis, lo
uno llevó a lo otro. Pues bien, esa parte de la novela acerca de la genealogía estaba
acabada, bien rematada y totalmente revisada en mi novela sobre san Pablo,
cuando hoy recibí una llamada telefónica de una supernumeraria del Opus Dei.
(Mañana seguirá.)