jueves, agosto 10, 2023

Assimilantur

 

He tenido que interrumpir el relato de mi viaje a Cataluña, pero es por una buena causa: consolar a los miembros del Opus Dei que se sientan decepcionados por los tres cambios que se han dado en los últimos años respecto a la prelatura.

Pero consuelo con la verdad. Ningún otro consuelo sería salutífero. Un comentarista de este blog colocaba una carta de san Josemaría hablando de este tipo de decisiones de la Iglesia, justamente de esto. Y sus palabras son las de un santo.

De la carta n. 8 de san Josemaría (nn. 53 y 54, de 1943) entresaco estas frases (los resaltes en granate son míos):

…y —sea la que fuere la forma jurídica que, con el tiempo, tome la Obra— la Iglesia, que es nuestra Madre

Esta es la razón por la que no admitimos, sobre la Iglesia, ni una duda ni una sospecha.

No concibo que se pueda amar a la madre, y que se hable de esa madre con despego.

Y nunca estaremos bastante satisfechos de nuestro trabajo, por muchos que sean los servicios que, con la gracia de Dios, hagamos a la Iglesia y al Papa, porque el amor nos exigirá más cada día…

Con el amor desinteresado, hemos de tener una gran confianza

Con este espíritu de confianza filial, recibiremos siempre con gozo y alegría cualquier noticia que nos venga de la Esposa de Jesucristo, también cuando sea dolorosa o pueda parecerlo, a los ojos de personas ajenas a la Obra, ya que sabemos que de la Iglesia no nos puede venir nada malo.

Así habla un santo. ¿Qué haría san Josemaría si viviera? No tengo la menor duda.

Lo repito, ¡otra vez!, la realidad de lo que es el Opus Dei sigue inalterada. El Opus Dei sigue siendo lo que fue desde el principio. Si vamos al fondo de la cuestión, ni siquiera ha habido un real cambio jurídico, solo se le han quitado unos oropeles que para nada formaban parte de la esencia de la Obra.

Conozco todos y cada uno de los detalles de los cambios que se han producido en los últimos años con las tres reformas, los he discutido con varios sacerdotes y laicos, y todos esos cambios se pueden resumir en que el prelado (con báculo o sin báculo) tiene la misma autoridad ahora que antes.