Hoy iba a martirizaros
otro poco siguiendo mi (inacabable) relato de la Iglesia de Pasión. Pero he
tenido un sueño tan gracioso que os lo voy a compartir.
He soñado que Donald
Trump me invitaba a comer a la Casa Blanca. Ha sido un sueño largo. Pero no
ocurría nada sustancial. Al final, nos sentábamos en una mesa larga, los dos al
mismo lado, y comíamos una hamburguesa. Sí, una hamburguesa, con las manos, en
una mesa normal. Allí no había nada de gala.
Donald (al que no conozco
personalmente) estaba poco hablador. O, mejor dicho, nada hablador. No ha abierto
la boca en todo el rato. No estaba enfadado conmigo, pero comía sin decir nada.
Un sueño largo, pero ¡en
el que no ocurría nada!, solo detalles triviales. Qué curioso.
Post Data: ¿Padre Fortea? Sí, soy Sigmund. Tenemos que hablar del último sueño.