viernes, septiembre 17, 2021

El gran lecho episcopal

Lo que voy a contar es uno de esos pequeños excesos que caracterizan a este blog. Estoy tan convencido de la sacralidad del don del episcopado que sería muy bonito diseñar una cama que recordara al obispo, cada vez que va a dormir, de la sacralidad del misterio divino que ha recibido. Una cama que fuera un envolverse en la intercesión de los santos.

Pienso en un lecho de tipo isabelino inglés. Un lecho amplio, con su dosel y su velo; aunque ese velo siempre estuviera recogido.

https://balancedfoodandfuel.org/diseno-de-interiores/cama-en-un-ambiente-moderno/

http://viajeroincidental.blogspot.com/2021/02/la-curiosa-historia-de-ordsall-hall-y.html

Las cuatro columnas representarían a cuatro ángeles que velan su sueño para protegerle.

Cuatro esquinitas tiene mi cama,

cuatro angelitos que me la guardan.

Dos a los pies,

dos a la cabecera,

y la Virgen María de compañera.

Sería bueno que las columnas de madera tuvieran cuatro pequeñas figuras angélicas grabadas sobre ellas, de un palmo de longitud, por ejemplo.

Sobre la manta o el cobertor, habría una “sobrecolcha” que lo cubriría cierta distancia de la almohada. La tela sería de color azul, para recordar la presencia de la Virgen María. Sobre esa tela habría bordados con trozos de tela de otros colores, varios ángeles. Me lo imagino con la estética de un tapiz medieval. Pero con los ángeles compuestos por varios pedazos de tela, algo mucho más rápido de hacer que un tapiz.

Mejor si la manta o el cobertor son de color azul, para simbolizar que el obispo se envuelve cada noche en la devoción a la Santísima Virgen María. La sobrecolcha se retirará cada noche porque será una tela rectangular que será una pequeña obra de arte que debería durar generaciones. Habrá un lugar donde dejarla colgada con toda comodidad.

Las sábanas, la manta (o cobertor) y la almohada no tendrán adornos. Primero, porque son una incomodidad para el que duerme. Segundo, porque son elementos que se lavan con frecuencia y, por tanto, se deterioran.

Los velos finos que cuelgan del dosel también podrían ser ligeramente azules y podrán tener bordados pequeñas estrellas que representan a los muchos santos que brillan en el cielo.

En la cabecera de la cama, habrá un tablero pintado (o grabado en la madera) con una imagen de la Virgen María y unos cuantos santos; por ejemplo, ocho. Con un versículo de la Biblia en cada una de las dos hileras centrales. A los pies de la cama, habrá otro tablero que puede emplearse para colocar ocho escudos episcopales de sus predecesores; los ocho precedentes u ocho escogidos. Lo cual le recordará la comunión de los santos con los se sentaron en la misma sede episcopal. Ocho escudos está bien, no quedaría bien si la cama se cubriera de muchísimos escudos. Aunque un número reducido sí que puede colocarse de forma atinada en varios lugares y no solo en el tablero de los pies.

Esta cama tendría el sentido de recordar al obispo la grandeza de la sucesión apostólica y de sentir que se arropa en la devoción a María, a los santos y a los ángeles, y que estos le protegen, le envuelven.

El resto de la habitación debería ser muy sobria. Nada debe respirar aire a mundanidad y mucho menos a lujo. La cama debe ser una afirmación rotunda en esa estancia.

Puede parecer que estoy hablando de un mueble costosísimo. Pero se trata (en su versión mínima) de un lecho amplio con cuatro columnas y dos tableros. Mejor también con un dosel con velos. En su versión económica cualquier carpintero creyente lo puede hacer como limosna y cualquier artista lo puede decorar como servicio a la diócesis. Siempre hay personas que gustosas bordarán la sobrecolcha. Este lecho episcopal, por supuesto, admite versiones costosas, como sería si las figuras se graban en madera. O versiones más baratas hechas por gente religiosa con capacidades artísticas que quiera colaborar. Si se hace pintado, el carpintero debería hacer, al menos, cuarterones para colocar a los santos, los escudos episcopales y otros elementos.