La misma persona que me comentó lo
de la medalla me dijo que había leído que en el Kremlin también se celebró de
forma clandestina una misa, durante los años de la Guerra Fría.
Si tal cosa tuvo lugar –es algo que también
yo había oído hace tiempo—, no fue una buena decisión. Primero porque la misa
se debe celebrar de un modo completamente digno y según se describe en ese
libro —no voy a hacerle propaganda—, se celebró de un modo que no considero nada
adecuado.
Pero con independencia de cómo se celebre,
si uno celebra la eucaristía para que acabe el imperio soviético, da lo mismo
celebrarla en un lugar o en otro. Los ritos y ceremonias de la misa piden a Dios.
El Señor no necesita que sea en un lugar determinado.
Un lugar determinado puede tener más
simbolismo. Celebrar en un sitio concreto puede dar más devoción. Pero su
efecto sobre una persona, lugar o Estado será el mismo se celebre donde se celebre.
Una misa para que acabe la tiranía
de Corea del Norte tendrá efecto se celebre dentro o fuera de las fronteras de
esa tiranía. Si se celebra dentro de Corea del Norte, ayudará y edificará a los
que asistan a esa misa por lo que ven, por lo que presencian; pero el efecto,
en sí mismo, será el mismo.
Si le pido al Emperador Carlos I de
España, algo para Barbastro (donde yo nací y crecí), da lo mismo pedírselo en
esa ciudad o en la corte. Lo mismo pasa con la misa.
Esto puede parecer una cuestión teológica
sin muchas consecuencias prácticas. Pero he conocido a algún sacerdote empeñado
en celebrar una misa en un lugar determinado para lograr unos efectos concretos.
Según el sacerdote tenía que ser allí y no en ningún otro lugar. Después puede
venir la necesidad de que se celebre de un modo determinado, en una fecha y no
otra, etc., etc.
Es cierto que las circunstancias, el
modo, los detalles son importantes: porque favorecen la devoción. Pero no
porque influyan en su efecto en sí, en su efecto esencial.
Me acuerdo de un sacerdote, muy
bueno y muy sensato por otra parte, que cuando era seminarista, de manera sutil
(pero que no admitía un “no”), me indicó que tenía que rezar el rosario con un
rosario en la mano, sin dar más explicaciones; tenía que ser así y punto. Rezar el rosario con un rosario puede
ser un elemento de devoción muy bonito para el que lo reza, una costumbre que
se puede volver entrañable. Pero no influye para nada en el efecto en sí del
rosario.
Con el tema de los sacramentales algunas
cosas se han distorsionado un poco. Esa distorsión también ha influido en la vivencia
de la misa para algunas personas excesivamente ritualistas. No hay ningún
exceso en amar mucho un rito sagrado. El problema viene de entender mal como
funciona el rito.