Hay tres marcos arquitectónicos que si
existieran, me gustaría visitar palmo a palmo: una reconstrucción lo más exacta
del Foro Romano (me conformaría con una parte, claro), otra de la Ciudad Prohibida
y una reconstrucción del Potala (la residencia de los Dalai Lama).
Me refiero a reconstrucciones realizadas
por los máximos expertos, buscando la fidelidad mayor posible. Una vez creados
esos marcos, se podría recrear la “vida” en el interior de esos entornos. Además,
estos tres marcos podrían crecer como parques temáticos en expansión.
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Hay que entender que, en el siglo
XXI, la mayor parte de la economía ya no puede crecer como industria productiva.
Producir lo que se dice producir tiene sus límites de crecimiento anual. Las
economías, llegadas a cierto nivel, crecen en el sector servicios.
La creación de estos magnos proyectos
que he expuesto supondría un desarrollo económico, no son lujos inútiles.
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La economía no puede seguir creciendo
como una voraz maquinaria industrial devoradora de recursos. Se debe potenciar
un crecimiento de sectores y actividades que lleven a la gente a salir de sus
casas, a despegarse de las pantallas.
Sería ideal una sociedad que empleara
parte de su potencial de crecimiento en crear preciosos bosquecillos en mitad
de las ciudades, o grandes bosques en las afueras de los centros urbanos. No me
refiero al típico bosque actual, sino a bosques visitables, naturales, pero
cuyo nivel de diseño no tenga nada que ver con la mera y sencilla repoblación
de pino a la que estamos acostumbrados, sino algo mucho más complejo y
sofisticado.
La economía debería crecer como un
factor de humanización. El desarrollo del PIB debería ser encauzado para hacer
de la vida humana algo más noble, mejor. Solo con la codicia no basta como
factor orientador de la economía. Hay que lograr que la sociedad promueva el
mejor arte, el ejercicio al aire libre, las excursiones a visitar todos los
pueblos, los entornos naturales, salir de casa, salir, salir, encontrarse con
los demás.
Cuando escuché a cierto millonario
hablar de cómo piensa invertir mucho dinero en el “Multiverso”, pensé: “Lo que
nos faltaba. Que los planes de las grandes empresas promuevan el que la gente
se aísle más; todavía más”.
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Lo que he escrito hoy sé que parece un
imposible. Pero los países escandinavos y los bálticos se acercan bastante a
esto que he expuesto. Me sorprendió cómo sus poblaciones aman sus entornos
naturales y los recorren. Hay naciones que dan la espalda a su naturaleza y
otros que la aman. En los países bálticos apenas hay gente obesa. La política
de países como Noruega o Suecia es muchísimo más sana que la de lugares donde
pululan seres como Christina Fernández de Kirchner o Amlo.