Hoy tengo la inmensa
alegría de comunicaros la publicación digital del último libro que cierra mi
colección de obras sobre el demonio. Se titula Las leyes del infierno. Sea
bueno o no el libro, no hace falta deciros a mis lectores habituales que es una
obra que lleva detrás mucho trabajo.
Las leyes del infierno es
el ensayo sobre la condenación eterna que considero la culminación de mi
pensamiento acerca del demonio y el infierno. Durante la mitad de mi vida he
estado reflexionando y trabajando teológicamente la cuestión del sufrimiento
sin fin. Cada libro que escribí en estos 25 años de sacerdocio, supuso un paso
adelante en esa reflexión. Ahora, por fin, creo que conozco mejor cómo es
posible el mecanismo psicológico por el que una criatura puede cerrarse de
forma definitiva a la misericordia divina.
Mucha gente, aunque habla
alegremente del infierno, no suele ser plenamente consciente de las paradojas
que conlleva la existencia de un sufrimiento eterno, de cualquier sufrimiento
que no tenga fin. El libro aborda esa cuestión con muchas de sus
ramificaciones. Muchas, no todas, porque las ramificaciones de la existencia de
un hecho tan espantoso como el Hades pueden ser innumerables.
Mi obra ha sido un esfuerzo
por ejercitar la lógica a la luz de la Palabra de Dios. La estructura
metafísica aristotélica que corre debajo de cada capítulo resulta clara. Me
gustaría pensar que cada uno de esos capítulos satisfaría a santo Tomás de
Aquino, porque comprobaría que he seguido su línea de pensamiento, aunque lo
haya expresado de un modo moderno.
Por otra parte, no fui yo
consciente de que mis libros Historia del mundo angélico, Las corrientes que
riegan los cielos y Las leyes del infierno conforman una trilogía
sobre el Misterio de Dios. En cada uno de esas obras, miré a Dios bajo una
perspectiva diferente. En mi último libro, profundizo en el Misterio de los
misterios, Dios, a través de la contemplación del infierno.
Para los que queráis descargar este libro, aquí tenéis el link:
Post Data: Tengo sentimientos encontrados en mi interior. La felicidad de que mucha gente (nunca sabré cuánta) comience a leer el libro hoy mismo. Pero, al mismo tiempo, la tristeza de no ver (como cuando empecé) un libro físico en las librerías. Os aseguro que tengo algo de nostalgia de aquellos primeros tiempos. Se lo ofrezco al Señor.
Al mismo tiempo veo en los grandes almacenes libros hechos por periodistas sobre temas teológicos, libros que son fruto de un completo amateurismo del autor en la materia que tratan. Mientras que un libro que es coronación del trabajo teológico durante un cuarto de siglo llegará a un número de personas mucho más reducido.