sábado, abril 16, 2022

Comentarios litúrgicos



Hablando de las ceremonias de ayer en el post (las que describo en mis libros), como dijo cierto comentarista, es hora de pasar a las “grandes superproducciones”. Es hora de pensar en el Vaticano de un modo más auténticamente global, es decir, que sus liturgias deben estar pensadas para los millones de personas que las verán en Internet, frente a unos cuantos miles presencialmente.

Las “locuras” pueden parecer irrealizables hasta que alguien las pone en práctica. Por ejemplo, en 1938 se levantó un monasterio-museo en Nueva York, llamado The Cloisters, pagado por Rockefeller para albergar una bellísima colección de arte medieval europeo. Sin duda esa obra arquitectónica fue uno de los más bellos monasterios que se construyeron en el siglo XX. Todo en ese monasterio es perfecto. Ya me gustaría que las iglesias que se construyen en cualquier diócesis, hoy día, fueran la mitad de bonitas que el templo de ese museo. Por supuesto que no cuento ni el claustro ni tantísimas dependencias de ese impresionante lugar. En estos dos links podéis echarle una hojeada:

https://www.expedia.com/fotos/es/estados-unidos/nueva-york/museo-de-arte-the-met-cloisters.d6064595?view=large-gallery&photo=211183

https://en.wikipedia.org/wiki/The_Cloisters

¿Adónde quiero ir con esto? Muchas veces se piensa que la excelencia es imposible hoy día. Y la respuesta verdadera (que no se puede decir) es: “Si es usted el que idea todo, por supuesto que no. Carece de la formación, cualidades y gusto para llevarla a cabo”.

La liturgia, la arquitectura y mil pequeños detalles alrededor de ellas dos (calices, ornamentos, crucifijos, iluminación) deben ser llevadas a un nuevo nivel; a un nivel cinematográfico, creando coreografías pictóricas. A un nivel cualitativamente superior, impensable para un sumo pontífice del siglo XVIII. Aunque la mentalidad de muchos de esos hombres sí que era la correcta porque hicieron todo lo que estuvo en su mano, todo lo que pudieron con sus medios, en esta dirección. Pero esos sumos pontífices no podían pensar en actos que fueran más allá de las dos mil personas que podían tener delante.