sábado, abril 11, 2020

Una cordial y civilizada polémica con el padre Rainiero Cantalamesa



Considero al padre Rainiero Cantalamessa no solo un gran predicador, sino uno de los mejores de nuestro tiempo. Además, permítaseme hacer un juicio: como persona, le miro el rostro, el alma que se desprende de su voz, y estoy convencido de que es mejor persona que yo. Estoy convencido de que su espíritu llegará al cielo más cargado de virtud y amor que mi espíritu. Equivocado o no, es lo que pienso con toda sinceridad.

Ahora bien, desde la admiración, me gustaría hacer una crítica de su sermón en el Vaticano ayer, viernes santo. Creo que los temas que planteó merecen un análisis sereno y civilizado, lo más ajeno a pasiones o a deseos (por mi parte) de querer tener razón a toda costa.

Planteó la cuestión de si la actual pandemia puede ser considerada un castigo divino. Planteó la cuestión, pero cuando, por fin, llegó al párrafo en que pasa del planteamiento a la respuesta, se limitó a afirmar:

La croce di Cristo ha cambiato il senso del dolore e della sofferenza umana. Di ogni sofferenza, fisica e morale. Essa non è più un castigo, una maledizione.

Bien, esto no es un argumento, es una afirmación. Que la Cruz de Cristo haya cambiado el modo de entender el sufrimiento es algo en lo que estamos de acuerdo. Pero no resuelve la pregunta que había planteado. Vamos a observar que en todo su sermón no hace otra cosa que repetir esta afirmación de varias maneras distintas, pero sin afrontar la pregunta que él mismo ha formulado desde la argumentación, desde las razones. El venerable padre continúa:

È stata redenta (se refiere al sufrimiento, palabra que en italiano es femenino) in radice da quando il Figlio di Dio l’ha presa su di sé. Qual è la prova più sicura che la bevanda che qualcuno ti porge non è avvelenata? È se lui beve davanti a te dalla stessa coppa. Così ha fatto Dio: sulla croce ha bevuto, al cospetto del mondo, il calice del dolore fino alla feccia. Ha mostrato così che esso non è avvelenato, ma che c’è una perla in fondo ad esso.
De nuevo, y con todo respeto, lo uno no concluye lo otro. Más bien, al afirmar justamente eso, le deberían venir a la mente las palabras de san Pablo sobre Cristo que toma sobre sí nuestro castigo. Es decir, esta afirmación tiene todo el eco de ese versículo paulino en que se habla, expresamente, del castigo. El predicador continúa:
E non solo il dolore di chi ha la fede, ma ogni dolore umano. Egli è morto per tutti. “Quando sarò elevato da terra, aveva detto, attirerò tutti a me” (Gv 12,32). Tutti, non solo alcuni! “Soffrire –scriveva san Giovanni Paolo II dopo il suo attentato – significa diventare particolarmente suscettibili, particolarmente sensibili all’opera delle forze salvifiche di Dio offerte all’umanità in Cristo”. Grazie alla croce di Cristo, la sofferenza è diventata anch’essa, a modo suo, una specie “sacramento universale di salvezza” per il genere umano.
He querido trascribir todo este párrafo para que quede claro que parece estar dando argumentos, pero es un versículo que no responde a la cuestión que él mismo ha planteado. De acuerdo, Cristo ha muerto por todos; de acuerdo, Él atraerá a todos; de acuerdo, el sufrimiento puede ser ocasión de salvación, circunstancia de encuentro con Dios. ¿Pero esto responde a la cuestión que él mismo ha planteado? Porque nadie niega esto entre aquellos que creen en la posibilidad del castigo divino. El padre continúa:

Se questi flagelli fossero castighi di Dio, non si spiegherebbe perché essi colpiscono ugualmente buoni e cattivi, e perché, di solito, sono i poveri a portarne le conseguenze maggiori. Sono forse essi più peccatori degli altri?
Por fin, sí, ¡un argumento! Esta vez, sí. Pero, claro, Jesús lo dijo que cuando llueve, llueve sobre justos e injustos. ¿Acaso los castigos divinos de la Biblia no dejaban claro que cuando caían lo hacían sobre la comunidad en general? ¿Qué hubiera pensado de este argumento un Abrahán, un Moisés o un Jeremías? Ese nunca puede ser un argumento para cualquier lector de la Palabra de Dios porque es algo claramente respondido en esas mismas Escrituras. El predicador continúa:

No! Colui che un giorno pianse per la morte di Lazzaro, piange oggi per il flagello che si è abbattuto sull’umanità Sì, Dio “soffre”, come ogni padre e ogni madre.
No, estimado predicador, la cuestión de si Dios sufre está zanjada por la teología. Dios, por naturaleza, no puede sufrir. Dios, para sufrir, tuvo que encarnarse en la humanidad. Lo más probable es que Dios Encarnado, pero glorioso, ya no sufre. Sobre este último punto, admito que puede haber discusión teológica. ¿Pero si Cristo puede sufrir, Él y todos seguiremos sufriendo por todos los condenados en la eternidad? ¿Una madre seguirá sufriendo por su hijo condenado? Dejo aparte este debate. Pero es algo sobre lo que cabe discusión. Sea cual sea la respuesta a la cuestión de si sufre, tampoco es un argumento respecto al castigo divino. Cristo sufrió antes de su Pasión, pero eso no evitó advertir acerca del castigo de Jerusalén. El padre continúa:
Quando un giorno lo scopriremo, ci vergogneremo di tutte le accuse che gli abbiamo rivolte in vita. Dio partecipa al nostro dolore per superarlo.
Las acusaciones a las que pareces referirte son las enseñanzas de la misma Palabra de Dios. Esta es una enseñanza continúa y directa de la Revelación, desde el Génesis al Apocalipsis.
 Y el que Dios al encarnarse participara de nuestros sufrimientos, de nuevo, no resuelve la cuestión de si Dios castiga o no. No por mucho repetir esa afirmación queda respondida la pregunta que, una y otra vez, planteas y crees estar respondiendo.

Forse che Dio Padre ha voluto lui la morte del suo Figlio sulla croce, a fine di ricavarne del bene?  No, ha semplicemente permesso che la libertà umana facesse il suo corso, facendola però servire al suo piano, non a quello degli uomini.
Aquí sí que entramos en materia, por fin. Pero si Dios permite el mal, entonces simplemente trasladamos el problema a su permisión. Lo que Él quiere que suceda, sea con voluntad antecedente o consecuente, no resuelve la cuestión de la responsabilidad divina simplemente apelando a libertad. Que Dios no quiere directamente el mal por sí mismo, ya lo sabíamos. Afirmar que lo ha permitido y creer que con eso ya está todo resuelto es no estar respondiendo a la cuestión planteada. Con un teólogo puedo, en un momento dado, estar o no de acuerdo, pero no se pueden hacer malabarismos con las palabras o los conceptos. Las cuestiones hay que afrontarlas. La mera acumulación de palabras no resuelve una cuestión por mera acumulación.

Questo vale anche per i mali naturali, terremoti ed epidemie. Non le suscita lui. Egli ha dato anche alla natura una sorta di libertà, qualitativamente diversa, certo, da quella morale dell’uomo, ma pur sempre una forma di libertà. Libertà di evolversi secondo le sue leggi di sviluppo. Non ha creato il mondo come un orologio programmato in anticipo in ogni suo minimo movimento. È quello che alcuni chiamano il caso, e che la Bibbia chiama invece “sapienza di Dio”.
Evidentemente, esto no se compadece con las palabras de Jesús respecto a los dos pajaritos que se venden en el mercado o respecto a los cabellos contados de nuestra cabeza. Si nos tomamos en serio lo que has dicho, Dios lamentaría mucho el que el mal apareciera fuera del alcance del Poder Divino o de su Voluntad; en un caso o en otro, llegamos a la misma casilla del tablero.


“Àlzati, Signore, vieni in nostro aiuto! Salvaci per la tua misericordia![…] Déstati, non ci respingere per sempre!” (Sal 44, 24.27).
Precisamente, estas palabras del salmo van en contra de lo que has afirmado. Pues dejan claro el señorío de Dios respecto a cualquier acto de la naturaleza. Nos guste o no tanto Al Capone como los jemeres rojos o Idi Amín nos remiten a la teología de la Carta a los Romanos o al pasaje evangélico de los cabellos de la cabeza o a la maldición de la higuera o Jeremías llorando por una Ciudad Santa llena de cadáveres de ancianos y enfermos antes de llevarse a los sanos a Babilonia para ser vendidos. Esos pasajes nos muestran una Sagrada Escritura se toma en serio a sí misma y toma el toro por los cuernos: ¡aquí hay un gran misterio! En la Carta a los Romanos, Pablo dará una enseñanza de parte de Dios. Pero todo eso no se puede resumir en la teoría de la libertad de la biología, en la concepción de un Dios que es mero espectador. Esa no era la posición ni de Isaías ni de Juan el Evangelista ni de Agustín de Hipona ni de Tomás de Aquino.

Quando, nel deserto, gli ebrei erano morsi dai serpenti velenosi, Dio ordinò a Mosè di elevare su un palo un serpente di bronzo e chi lo guardava non moriva. Gesú si è appropriato di questo simbolo.
Me llama la atención que, justamente, pongas este ejemplo precisamente en este sermón. El ejemplo de un castigo divino. De un castigo enviado por Dios: una masa de serpientes contra un pueblo de un millón de hombres. No es algo precisamente natural. Eso es un ejemplo de acción directa de Dios. Hoy, por la noche, escucharemos en la vigilia pascual la historia de las plagas de Egipto. Tampoco fueron una acción natural, sino una obra directa de Dios. ¿Son las diez plagas un premio al pueblo egipcio? No, el pueblo egipcio había realizado tales obras de opresión y de asesinato que hizo que Dios escuchara el clamor de su pueblo, y actuó.

El problema de las afirmaciones de tan noble y admirable predicador es que sus afirmaciones implican una negación de la teología subyacente en el Éxodo. Sus amorosas afirmaciones van más allá del amor y rompen la trama teológica que recorren las Escrituras desde Babel hasta la Carta a los Hebreos.