jueves, diciembre 15, 2022

Llevo años hablando de la nobleza y belleza de la Ley

 

Como habrán notado en este blog, me he abstenido de hacer comentarios acerca de nuestro querido presidente del gobierno. Como sacerdote debo contenerme. Ahora bien, desde un punto de vista estrictamente moral —insisto, exclusivamente moral, nunca había visto un uso más deleznable de la facultad legislativa.

Esto me sorprende, por supuesto que no. Todos sabíamos que al no haber una verdadera separación de poderes, pues es solo aparente —separación formal, pero no real—, esto iba a suceder antes o después.

Ahora el partido mayoritario de la oposición no puede poner cara de sorpresa. Sus dirigentes tuvieron otras prioridades. Ahora ponen el grito en el cielo. Por supuesto que ahora sí que resulta imposible un acuerdo consensuado entre todos para cambiar las reglas del juego.

Pero no crio mala sangre por esto porque estoy convencido que el mangoneo de la Ley que ha realizado el Poder Ejecutivo es solo un pequeño temblor frente al seísmo legislativo que se tendrá lugar en los próximos seis o siete años.

No es que una mera división de poderes nos pudiera evitar las consecuencias de algún tipo de populismo radical: al final, un tsunami que domine más del 65% del congreso arrasa todo y pasa por encima de todo. Pero una cosa es reconocer ese hecho y otra muy distinta es ni siquiera poner alguna barrera, algún muro de contención.

Hoy por hoy tenemos una policía neutral, un tribunal constitucional neutral, un Tribunal de Cuentas neutral y tantas otras instituciones porque de hecho es así, no porque las leyes protejan de su ideologización. Esas y otras instituciones solo están protegidas por discursos. El 65% de los escaños del congreso es la frontera entre la libertad y el comienzo de un lento, pero continuo, proceso de invasión de las instituciones por parte del partido que esté en el poder.

Por supuesto que sé que hay muchas leyes, muchísimas, que salvaguardan la independencia de la policía y de tantas instituciones. Pero cuando se dé una fusión entre el Poder Ejecutivo, el Congreso, el Senado, el partido mayoritario y alguna ideología populista, todas esas leyes formales que salvaguardan la independencia se irán disolviendo de manera práctica.

En los últimos años la sociedad española ha ido sufriendo una invasión legislativa de su libertad (vg. la Ley de Memoria Histórica) y de sus derechos (vg. la ley contra la violencia de género). Por supuesto que la merma de derechos solo se puede realizar bajo la excusa de defender derechos, de ampliarlos, de profundizar en ellos.