En mis viajes he dado algunas charlas en prisiones, también di una en Alcalá
de Henares. Deberíamos hacer que las cárceles fueran lugares donde los
individuos se regenerasen. Con tanta gente dispuesta a trabajar y que dispone
de tanto tiempo, las prisiones deberían ser lugares limpísimos, con agradables
jardines (ya sé que deberían controlarse determinados tipos de herramientas),
lugares donde se pudiese cultivar el arte. Sería formidable entrar en una prisión
que fuera toda una acumulación de obras de arte, además de un lugar de estudio,
debates y meditación.
Y esto a nivel natural que, por supuesto, debería ser un lugar abierto a
los grupos religiosos. Habría que intentar crear una prisión modélica,
perfecta. Y, una vez creada, tratar de repetir ese modelo en otros lugares.
Lo que no tiene ningún sentido es, como ocurre en algunos países, es crear
verdaderos almacenes humanos. Deben cumplir su pena, de acuerdo. Pero hagamos
que ese tiempo sea un tiempo de cambio, de mejora personal, un tiempo para
cultivar lo mejor de ese individuo. Hay muchas personas que estarían dispuestas
a dar charlas –no religiosas, sino de carácter “natural”– que trataran del
sentido de la pena, del sentido que tiene estar en prisión, del porqué de la
Justicia, etc.
Debo decir que las prisiones españolas son de las mejores del mundo. Son muy
buenas. Pero lo que propongo es un cambio sustancial, a mejor.
Hay muchísimas personas que estarían dispuestas a colaborar. Grandes mentes
que podrían empeñarse en cómo organizar todo esto y personas dispuestas a
ponerse manos a la obra. También dentro de las prisiones hay buenas personas
que se pondrían en marcha. Insisto, no hay que cambiar mañana todo el sistema
carcelario, solo uno de los establecimientos penitenciarios. Y esto no requiere
tanto de dinero, como de voluntad de aunar a las personas que pueden colaborar
de modo eficaz.
Pero, en esto como en tantos ámbitos, los cargos superiores que tienen capacidad de decisión son cargos políticos. Al haber llegado a esos puestos en la cumbre, como mucho mantienen las cosas. Los individuos que, realmente, tienen capacidad para innovar, para hacer diferente, se encuentran con que ellos no son los que ocupan los puestos de dirección. No es una meritocracia y los que tienen que tomar decisiones no son adecuados.
Muchas veces, el subordinado innovador,
inteligente, se esfuerza en hacer entender al superior que hay otras formas de
hacer las cosas, pero el superior es el obstáculo. El que debería emprender y
dirigir las reformas, en realidad, es el obstáculo.
Roguemos por los presos. Están tan olvidados de todos.