domingo, marzo 12, 2023

Los límites del sistema

 

A mi edad, el conocimiento que tengo de los principados de la dinastía Julio-Claudia y del de Adriano no tiene nada que ver con lo que sabía cuando tenía treinta años. Gracias a los artículos leídos y las conferencias escuchadas durante mis últimos veinticuatro años, el cuadro de lo que realmente supusieron esos reinados lo tengo mucho más completo.

Digo esto porque hace dos días escribí que no por el hecho de que alguien fuera un dictador, no por eso, necesariamente, su gobierno tenía que ser ineficiente. Eso me ha llevado hoy a preguntarme en voz alta: “Si Roma hubiera sido una democracia, ¿el Estado habría estado mejor gestionado de lo que lo fue desde la época de Julio César hasta Claudio”? Eso son unos ochenta años en los que únicamente Cayo Julio César Augusto Germánico (también conocido como Calígula) tuvo un carácter errático e incontrolable.

¿Realmente habrían cambiado mucho las cosas si los emperadores hubieran sido elegidos por votación popular cada cinco años? Pienso que la democracia de lo que realmente nos protege —voy a hacer una oversimplification— es de que la gente normal que llega al poder se corrompa absolutamente cuando lleva quince años ejerciendo el gobierno absoluto de una nación.

Soy consciente, lo reitero, de que es una excesiva simplificación. Pero no pensemos que necesariamente un líder elegido por una votación ya por eso es más altruista, prudente y honrado que alguien que llega al poder por una proclamación senatorial vitalicia.

Es cierto que, a medio plazo, la diferencia de resultados entre las democracias y las dictaduras es clara, pero quizá por lo que he dicho: el dictador benigno, en sus últimos años de vejez, puede arruinar todo lo conseguido. Tanto la proclamación senatorial como la victoria electoral son solo medios.

Con esto no estoy manifestando ni el más mínimo desencanto con la democracia. Pero considero que nuestro amor al actual marco constitucional, un marco parlamentario, debe ser consciente de los límites de este sistema. Nuestro entusiasmo por la democracia debe ser realista, no ciego.

He estado a punto de escribir “el gobierno del Pueblo”, pero ya dije en otro momento que el Pueblo nunca ha gobernado. Podemos elegir el método que queramos, pero en ningún marco constitucional el Pueblo gobierna. El Pueblo ni gobierna ni legisla ni juzga, cuando se afirma tal cosa con excesivo entusiasmo es que gobierna Robespierre, legisla Ho-chimín y juzga un comisario popular como Durruti.