domingo, marzo 26, 2023

Sir Tomas, debería haber sido clérigo

 

Perdonad que me ponga un poco pesadito con Un hombre para la eternidad, pero es difícil encontrar una obra maestra perfecta, redonda, inmejorable: el Partenón, el Panteón, el Templo de Nike en la Acrópolis, el Chrysler Building, el Memorial de Lincoln, el Arco del Triunfo de París, el Edificio Metrópolis de la Gran Vía de Madrid.

Hay tantas películas que aparecen en la lista de las cien mejores películas de la historia que me han aburrido: Taxi Driver, Ran, Chinatown, Centauros del Desierto, por citar solo las que ahora me vienen a la mente.

Mientras que en Un hombre para la eternidad el diálogo, por ejemplo, entre Wolsey y Moro es un ejemplo de interpretación como pocos he visto en la historia:

https://www.youtube.com/watch?v=GI3-ZcJVN_k&t=108s

Reconozco que Scofield (Moro) en ese momento de la película no está a la altura de Orson. Wells hace más que creíble el personaje. No es que le insufle vida, ¡es que parece que estemos viendo al auténtico Wolsey! Sus entonaciones, sus gestos, todo es perfecto. Es un diálogo que podría haber sido así, no exactamente así, pero casi. El diálogo real hubiera estado plagado de referencias a detalles precisos acerca de los movimientos que tuvieron lugar esos meses en Oxford, en Roma, en Canterbury. No se habría hablado de manera tan general acerca de si Moro le apoyaba o no, sino que la conversación hubiera estado centrada en alguno de los pasos concretos que tuvieron lugar. Y es que aquello fue una partida de ajedrez complejísima.

Sin duda Scofield quiso ser mesurado, quiso parecer que estaba en guardia ante alguien de tan impresionante poder (que podía ser peligroso), quiso mostrar un carácter más retraído y menos vivo que el del cardenal. Pero es que Orson eclipsa todo en esa interpretación, está supremo, aparece colosal. No volveré a ver una interpretación de un calibre parecido, en un clérigo, hasta el cardenal de La Misión.

Por otra parte, es una escena filmada con una economía visual magnífica. Sin fondo, casi sin elementos. Es un cuadro minimalista, estupendo en el equilibrio de sus composiciones. La vista se centra en Orson como en un sol, Moro aquí hace de satélite.

Al final, una película sobre lo lícito y lo ilícito.