El obispo de Springfield,
mons. Paprocki, ha dicho que un cardenal que enseña herejías, automáticamente,
queda excomulgado y que lo lógico sería que no votara en un cónclave.
No voy a poner las citas
exactas por no alargar el post. Pero, en esencia, eso es lo que ha afirmado.
Vamos a ver, en cuanto a la sustancia del asunto, tiene razón.
De hecho, un clérigo heterodoxo ni siquiera debería ser cardenal. Ahora bien,
es mi mayor deseo que esta idea no se extienda, porque si alcanzara cierto
nivel de difusión entre los católicos podría crear dudas
falsas acerca de la legitimidad del futuro romano pontífice.
Hay que aclarar que
existe una norma por la que no se puede impedir votar a un cardenal bajo la
acusación de alguna excomunión latae sententiae.
Dicho lo cual, siempre he
sido contrario a la existencia de excomuniones latae sententiae. Su
aparición en el Derecho Canónico es muy tardía.
Son completamente ajenas a la tradición de la Iglesia.
Además, desde su
introducción, creo que ya ha quedado suficientemente probado que no han cumplido su función disuasoria. No solo
eso, al multiplicar las excomuniones por millares (si los católicos fueran
conscientes de la censura), se devalúa el
carácter tremendo que intenta tener esa medicina espiritual.
Lo mejor que se podría
hacer en una futura reforma del Código sería remover todas esas censuras automáticas,
dejando solo lo que siempre ha sido la tradición: que sea el obispo el que
señale al sujeto que recibe esa medida.
♣ ♣ ♣
Las palabras del obispo
de Springfield sí que me lleva a prever que este pensamiento de la ilegitimidad
puede provocar futuros problemas en los blogs y las redes después de un
cónclave. Polémica que puede arrastrar a la desobediencia a cientos de miles de
católicos.
Habría que pensar
seriamente en hacer algún tipo de declaración institucional antes del cónclave.
Pienso en un sermón solemne del actual papa. Un sermón donde se tratara este
asunto de forma canónicamente rigurosa. El mensaje sería que un cardenal, por
pecador que sea, por equivocado que esté sobre algún asunto de la fe, emite un
voto válido mientras no le sea retirada, de forma expresa, esa potestad por
parte del romano pontífice.
De todas maneras, un
cierto nivel de resistencia al futuro papa es totalmente previsible. Salga
quien salga elegido, podemos estar seguro de que va a haber cientos de miles de
fieles que van a poner en duda la legitimidad de la votación. Unos por teorías
basadas en conjuras (conjuras lunáticas) y otros basados en la alegada incapacidad
de parte de los cardenales para poder votar.