Siguiendo el tema de
ayer. La escritura de Benjamín Franklin es plana, insulsa. Ahora bien, ahora
estoy leyendo Boves, el urogallo de Francisco Herrera Luque. Este
segundo sí que es un autor con mayúsculas. Sus líneas rebosan el buen hacer de
un escritor verdadero. Su pincel es agudísimo.
Estos libros y otros me
los envío un comentarista del blog, y le dije que iría diciendo qué me pareció
cada libro. Del insulso Hemingway ya he hablado. Pero me he retrasado en la
lista de libros porque oí hablar de la novela italiana El zafarrancho aquel
de Via Merulana, y claro no me podía resistir a un libro con un título tan
ingenioso. Y no, el libro no defrauda. Pero he decidido acabar el magnífico
libro del venezolano Luque.
Además, he leído menos últimamente
porque he estado escuchando (siempre mientras hago labores de la casa) varias conferencias
de la Fundación March; concretamente, la serie sobre batallas de la Antigüedad.
Hoy he puesto unas consideraciones mías, en mi canal, acerca de si es preferible enterrar o incinerar. En la televisión, durante las comidas estoy viendo la película La mejor oferta. En el desayuno he visto un poco de El cantante de jazz, una película muda de los años 20. Y ayer volví a ver el centésimo documental sobre las iglesias rupestres de Lalibela.
La semana pasada vi buena parte de Ran.
La película de Kurosava me aburrió de adolescente y me sigue aburriendo ahora.
Y eso que me vi más de cinco vídeos de críticos explicando por qué es tan buena
esa película, y leí otros tantos artículos. Pues lo siento mucho, me aburre.
También comencé a ver Babel. La había visto hacía años. Pero he
escuchado a los críticos, una y otra vez, repetir que es una de las mejores
películas que hay que incluir entre las cien mejores. Disiento.