viernes, febrero 14, 2020

La Iglesia tiene un problema de imagen



Hoy el cardenal Tagle se ha hecho una foto en su nuevo despacho, ha sido nombrado para un puesto del Vaticano. Me he quedado apabullado. Ese despacho es tan horrible que me escandaliza más que el Sínodo Alemán. Vamos a ver, eminencia, eso es un despacho de la época del No-Do, parece no haya tenido reformas desde la época de Perón. Ese despacho es tan banal que si fuera un poco más feo, solo un poco más, ya empezaría a tener algún interés estético.

Hoy día, sin gastar dinero, hay despachos formidables, de una belleza llamativa: discretos, sobrios, minimalistas. Insisto, sin gastar dinero. Yo mismo le puedo aconsejar en Roma a una persona que se lo redecora gratis.

Primero de todo, ¿nadie le ha dicho que las CPU jamás se ponen sobre la mesa? Eso no es que no lo hagan los abogados o los arquitectos en sus despachos, es que ya no lo hacen ni los adolescentes. Es un pecado mortal contra la estética. Incluso hace veinte años, las CPU se colocaban en lugares discretos. Ya, entonces, los cables venían con la longitud precisa para hacer eso.

Su mesa de trabajo, está llena de objetos. Entiendo que tenga un vaso para los bolígrafos. Pero hay cinco objetos claramente identificables y después todos los papeles. Hasta me parece que uno de ellos es una de esas inútiles cajas para poner las plumas. Mamma mia, si hacía tiempo que no veía uno de esos artefactos tan feos. Hace ocho lustros que creí que los últimos habían ido a la basura. Su valor es cero hasta para los anticuarios de barrio.

Después están los objetos de la mesa a sus espaldas con la misma tónica estética que la mesa principal. Incluso el tamaño del cuadro no guarda ninguna proporción con la pared. Sería mejor que colgara una tela bonita sin más, pero proporcionada con el entorno. Eso sí, los candelabros de bombilla de la pared de puro feos son casi hasta graciosos.

Observo que el espacio de su mesa no le importa mucho: dos teléfonos fijos. De acuerdo que no quiera usar teléfonos de diseño para despachos. Los hay impresionantes. Pero cualquier técnico vulgar y corriente le unifica esas dos antiguallas en uno solo en menos de diez minutos. Lo de muchos teléfonos sobre la mesa quedaba bien en la década de Kennedy. Daba la sensación de que uno era un hombre muy ocupado. Ahora eso ya no se ve ni en el despacho de un notario de provincias.

La mesa tiene un cristal sobre la madera. Eso de los cristales se dejó de hacer porque resulta incomodísimo apoyarse sobre ellos. Salvo que la mesa entera sea transparente, ninguna mesa actual viene con cristales. Las actuales se intenta que sean de materiales agradables al tacto. Que ofrezcan calidez al que trabaja sobre ellas tantas horas. Las de cristal eran antipáticas incluso cuando estuvieron de moda en la época de Reagan.

Estas cosas pueden parecer tonterías, y que, en realidad, hay que ir a lo esencial. Pero cualquier cliente de un abogado o de un arquitecto o de un empresario sabe que es el cuidado de los detalles lo que ofrece una idea de cómo se trabaja en lo esencial. Eso ya lo han aprendido todos.

Por ese despacho, pasarán miles de personas. ¿Qué se gana ofreciéndoles una mala impresión? ¿Hay algún beneficio en eso? ¿Por pobreza? Se lo redecoran gratis, se lo aseguro.

Si el cardenal no sabe nada de imagen, lo que demuestra ese despacho es que tampoco tiene a nadie que le asesore. Es decir, que por debajo de él las cosas siguen el mismo tenor de eficiencia. Ese despacho enseña mucho más acerca de cómo funcionan las cosas en ese edificio de lo que le gustaría al que les está recibiendo allí.

Ese lugar de trabajo parece estar gritando a cada uno que entra: estoy anticuado, no tengo quién me asesore, no distingo entre lo bello y lo que no lo es, estoy fuera de la cultura de esta época.

Nota de descargo del cardenal: El cardenal Tagle es un santo que se ha preocupado solo de las almas y de la caridad. La fea imagen de su despacho solo es otra prueba más de hasta qué punto este hombre es otro san Francisco. 

Segunda nota: Solo los curas demasiado afincados en este mundo, nos damos cuenta de detalles que haríamos mejor en no darnos cuenta. Si estuvíeramos en África cuidando leprosos y ayudando a los rinocerontes recién nacidos, no nos percataríamos de las tonterías que he dicho.

Tercera nota: Podría hablar de cosas sustanciales y no de las accidentales. Pero es mejor hablar de las cuestiones estéticas. El contador de Google Analytics no engaña: hablar de cuestiones intrascendentes vaticanas muestra más interés en el contador (más visitas en Roma) que si hablo de cosas de verdadero calado.

Cuarta nota: Los Borgia podían ser unos pecadores, pero tenían buen gusto. Pablo VI podía ser un santo, pero fue un Pol Pot estético. Todos sus pecados, en materia estética, lo fueron por omisión.



La diferencia con la tercera foto no es de dinero o de elección de estilo. La diferencia con la tercera foto, es que en el despacho vaticano nada es proporcionado ni guarda una mínima línea armónica.