viernes, febrero 07, 2020

Soñando un Imperium Salomonicum


En los últimos días, he leído (aunque no enteros) más de media docena de estudios sobre la época colonial española en América. Normalmente, eran libros coordinados por un profesor en que cada catedrático escribía sobre un tema muy concreto de su especialidad.

Digo esto para que entendáis que tengo una visión de lo que fue, en realidad, el Imperio Hispano creo que muy ajustada a la verdad, sin idealismos. La realidad, desgraciadamente, pocas veces (tal vez ninguna) es ideal.

Ahora bien, imaginemos un imperio ideal: un Imperio Hispano regido por las leyes de Dios y de la Iglesia. Un Estado en el que una dinastía de monarcas justos, reyes que se hubieran sometido a los moralistas de las universidades, reyes virtuosos que hubieran huido del despotismo. Un imperio que hubiera dejado autonomía a sus distintas provincias del orbe. Un trono no ambicioso de nuevos territorios, sino un trono humanista, renacentista, que (incluso en la península) hubiera evitado el centralismo y la exacción fiscal. Un cetro que hubiera puesto más interés en construir bienestar que en construir armadas.

Un imperio primero de galeones y líneas marítimas. Un conjunto de territorios unidos que, después, hubiera unido desde Guinea Ecuatorial y el norte de Marruecos hasta Sicilia o varias plazas asiáticas. Un imperio benéfico de virreinatos en el que los súbditos se hubieran sentido a gusto y del que no hubieran querido emanciparse. Un reino en el que, de hecho y de derecho, las provincias ultramar gozaran de una gran independencia.

Un imperio que hubiera ido derivando hacia una monarquía constitucional sobre una especie de gran federación de territorios.

Sé que este ideal no fue y que hubiera sido casi imposible que hubiera llegado a ser. Pero imaginemos, en el pasado siglo XX, un mapamundi de países independientes bajo el faro luminoso de un cetro conocido no por su opresión, sino por su influencia benéfica. Una unión de tierras y pueblos que por su humanidad no hubiera sufrido a penas procesos de independencia.

La historia ha conocido muchos engendros, muchas aberraciones, también hubiera podido conocer algo que se acercara a este panorama idílico. ¿Por qué no soñar?

Un siglo XX que hubiera discurrido entre las soberanías nacionales y la égida de un imperio extenso y poderoso, pero no universal. Un siglo que hubiera gozado de la ventaja de la armonía entre lo grande y lo pequeño.