He leído vuestros
comentarios y con estas líneas solo quiero añadir, no corregir. Aunque sí que
hago mención de la especial profundidad del comentario de Lux. Este comentarista
ha llamado la atención de algo muy interesante: que Mateo mezcla hebreo con arameo.
El post de ayer lo que prueba
es que Jesús hablaba arameo. Porque, incluso en la Cruz, al citar el salmo ¡no
lo cita en hebreo!
Es cierto que, después,
Mateo hebreizará el comienzo de la cita. Pero como disponemos del texto de
Marcos, sabemos que lo que, en realidad, dijo es Eloí, Eloí. La diferencia
es pequeña, pero “Eloí” no es hebreo.
Y lo que sigue, con más
claridad, no es hebreo: sabajtani en vez de azavtani. No es una
errata mía, es una J en vez de una C, en el texto canónico.
Bueno, ayer solo pretendí,
como curiosidad, que nos fijáramos en esta divergencia, que no contradicción. La
cual muestra, una vez más, que la lengua que hablaba Jesús no era hebreo, ni
siquiera cuando cita un versículo de un salmo.
Pero esta divergencia
pone de manifiesto, el modo en el que los evangelistas escribieron el texto. Mateo,
teniendo delante las notas sueltas (que después serían el texto de Marcos), no
tiene problema en hebraizar el comienzo del salmo. Si el Espíritu Santo no
hubiera intervenido, cuántas más cosas hubieran sido “adaptadas”. Pero es que
así se escribía la historia en esa época. Y esta divergencia es ejemplo de
ello.
Y Mateo no hace ese cambio
para que se entienda mejor, porque lo que sigue del versículo es ya totalmente
arameo. Así que Dios aquí ha querido dejar otro testimonio, otro, de como
ellos, pobrecillos, hicieron las cosas lo mejor que pudieron, pero con una
mentalidad muy distinta a la de ahora: y de ahí las divergencias.
Lo admirable es que al
poner los sinópticos, uno al lado del otro, veamos las divergencias y ninguna
contradicción. Y el caso de hoy es un buen ejemplo.