Estoy totalmente a favor
de los pactos entre el Vaticano y Pekín, por la sencilla razón de que o eso o
el encarcelamiento de toda la jerarquía episcopal que no rompa con Roma. Hay
que intentar ofrecer esa sensación de control al Partido. Es una negociación
muy sencilla: como la de un secuestrador y el secuestrado.
¿Cuál es el límite a esa “negociación”?
Aquello en lo que no se pueda ceder de ninguna manera.
La alternativa no es la negociación o las
catacumbas. La alternativa es o un acuerdo o el campo de reeducación; ya no hay
catacumbas posibles en China.
Ahora todos vemos las
películas de nazis y todo el mundo piensa muy satisfecho: “Estoy muy seguro de
cuál hubiera sido mi papel si hubiera vivido entonces”. Ahora todo el mundo
piensa que, en aquel entonces, hubiera sido un héroe. Pues bien, el régimen chino
es una dictadura a la que le faltaban campos de reeducación. Pero, desde hace
unos años, ya ha completado esa carencia.
Los enemigos no son los chinos, por supuesto. El enemigo nuestro es la jerarquía opresora de mil millones de seres humanos. Ellos son los mayores enemigos de los pobres chinos y os aseguro que vienen a por nuestra libertad.