He estado
tres días en la provincia de Cádiz. La foto es de una agradabilísima comida que
tuvimos el pasado domingo allí. Di tres charlas en las iglesias de tres
ciudades: Puerto de Santa María, Cádiz y Jerez. Las tres localidades, para mí,
forman una especie de unidad.
Lo que más me
impactó fueron, como no, las catedrales. Aunque la Iglesia de la Prioral del Puerto
de Santa maría tiene una plateresca dignidad quasicatedralicia. La catedral de Cádiz
me fascinó en su grandeza: qué nobleza la de su coro de canónigos, qué cripta,
qué fortaleza desprenden sus torres.
La catedral de
Jerez lo mismo. En mi opinión, tiene la custodia procesional más bonita del
mundo y la custodia que se coloca en esa torre de plata me pareció también (no exagero) la más bonita que he visto nunca: como una esbelta flor de brillantes y esmeraldas. Me cayeron especialmente simpáticos los sacristanes. El bonito tenebrario languidece en un pasillo a la espera de retornar al templo de su exilio.
Ah, la belleza de Andalucía. Mi padre (que siempre vivió en Barbastro) era un admirador de Andalucía y, sobre todo, de los andaluces. Por alguna razón, conectaba especialmente bien con el carácter de las gentes de esas tierras alegres y soleadas.