domingo, marzo 07, 2021

Me gustan los salmones, son tan felices en los rios

 

Una cosa que me parece muy buena del hecho trágico de ayer es que ha afectado mucho al personal de hospital, a todos. Y digo que esto es algo positivo porque el personal sanitario de un hospital es un grupo de personas que trabajan con la muerte. A diferencia de ellos, los médicos de atención primaria o los médicos de un centro de especialidades ambulatorias trabajan con la vida, trabajan para que la gente viva mejor.

Sin embargo, los médicos de un hospital hacen lo mismo que los anteriores, tienen esa misma relación médica con la vida, pero se añade el que deben trabajar con la muerte de forma habitual. La muerte forma parte de su trabajo, de su rutina, de su horario. Y actualmente, a diferencia de hace siglos, ese “trabajar con la muerte” implica aspectos tales como decidir hasta cuándo es conveniente seguir luchando, cuándo desconectar ciertos aparatos, cuando omitir ciertos tratamientos que jamás se dejarían de dar a un joven o un niño.

Porque esto forma parte del trabajo, resulta evidente que el personal hospitalario son seres humanos acostumbrados a la muerte. No reaccionan de igual manera que el resto de las personas de la calle. Incluso un soldado en un campo de batalla de Vietnam o Corea verá morir a menos gente que un médico al cabo de unos cuantos años.

Además, la muerte hace siglos era algo que ocurría repartido por las casas, por los pueblos. Hoy día acaece de forma concentrada en uno o en unos pocos lugares de cada gran ciudad. Ese es otro aspecto que tiene la medicina del siglo XXI, en nuestras urbes: la concentración de la muerte.

El acostumbramiento a la muerte por parte del personal sanitario resulta una necesidad. Una necesidad sana, un mecanismo de la psicología para no verse afectada.

Pero me ha alegrado profundamente ver la sensibilidad que ha mostrado todo el personal, lo cual es signo de afecto, de cariño, de compasión. Y me alegro el poder decir que a algunos les ha afectado mucho. Esto es bueno. No somos máquinas, no somos seres insensibles.

Y, en este caso trágico, el entero personal (más de 4000 trabajadores) ha reaccionado como si fuera una familia, un pueblo.