miércoles, marzo 17, 2021

Pablo ha hablado, Moisés ha hablado, Roma ha hablado, causa finita est

 

La política de este blog no es criticar a personas particulares, sino defender la verdad, lo positivo, lo bello. Ahora bien, el sacerdote que mencioné ayer es una figura señera, con una relevancia muy grande en Estados Unidos. Y su capacidad para confundir a cientos de miles de creyentes no puede ser obviada.

Al pecador que viene al confesionario no se le juzga, se le ayuda a seguir el camino de los mandamientos de Dios. Ahora bien, lo que resulta inaceptable, por poner un ejemplo, es que un marido pregunte al sacerdote si hace bien o no en seguir una relación ilícita con su secretaria. En un caso así, es inaceptable la ambigüedad.

Con toda sinceridad, yo no juzgo a mis hermanos sacerdotes. Pero sí que se les debe pedir que jueguen limpio. ¿Sería aceptable que un sacerdote siguiera siendo calculadamente confuso acerca del dogma de la divinidad de Cristo si ya no cree en ese artículo de la fe?

Leonardo Boff se alejó de la fe de la Iglesia, pero, al menos, fue sincero. Monseñor Lefevbre se alejó de la obediencia a la Iglesia, pero fue sincero. El camaleón profesional que sigue su juego durante años no merece ningún respeto. “Sea consecuente consigo mismo”, es lo que le diría. “Yo no le obligo a que crea en la Iglesia. Pero es pueril que usted no saque sus propias consecuencias”.

Si la Iglesia durante dos mil años se hubiera equivocado en lo que enseñaba como materia de fe, la Iglesia no sería algo divino, sino humano. La Iglesia ya no sería lo que afirma ser.

Si el cálculo personal es el que dicta lo que se dice y lo que se calla, pues ya está dicho todo.