miércoles, febrero 09, 2022

Que robot tan majo

 

En la Revolución Francesa no todo fue malo. Indudablemente encontramos dos cosas buenas en ella:

La primera, que solo duro un año y medio.

La segunda, todas las demás cosas buenas se reducen a la primera.

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Hoy por la mañana he estado completando y añadiendo cosas al escrito de ayer acerca de cómo levantar una catedral nueva en una diócesis que comienza y que no tenga dinero. Me ha sorprendido lo fácil y económico que resulta mi proyecto: construir una nave industrial con veinte habitaciones adosadas. Al principio bastaría con que esa nave industrial tuviera solo una tercera parte de las dimensiones finales.

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Estos días hace un sol primaveral óptimo para recargar mi organismo de inmensas cantidades de vitamina D. Me he puesto a tomar el sol mientras leía la vida de Jesús de María Valtorta, ese libro que leo y releo una y otra vez. En esa obra Jesús me predica a mí como nadie lo hace. Esa obra supone para mi alma un sermón continuo, suave, que me conmueve.

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Cuando vi la mesa en la que Putin habló a Macron, me di cuenta de que lo fácil que es para una psicología narcisista caer en la extravagancia. Esa mesa lo dice todo. ¿Cómo tu aventura con Ucrania no va a ser una desmesura si la misma mesa donde te sientas a dialogar ya lo es?

Ha habido pocos memes de esa mesa porque el mueble ya parecía puro photoshop de meme. Un meme de aquello era una redundancia. Pocos internautas han metido la cuchara en ese tarro.

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Xin Jing Pin tiene más clase. Eso nadie se lo niega. Seguro que se ha sonreído sin hacer ningún comentario al ver lo estrafalario del asunto. Habrá pensado con temor: “Este sujeto es tan dado a excesos que igual cuando me vea pretende darme el Breso Breznev. Por si acaso no me quitaré la mascarilla hasta que los dos estemos sentados”.