sábado, mayo 23, 2020

Gazapitos que corretean por el texto






Pongo estos cuadros, por último día, como ejemplo de los buenos momentos que he pasado asomándome a las deliciosas obras del siglo XIX acerca de la época clásica.

Ayer tuve que cambiar, en mi novela, un pequeño detalle que no sé cómo se me pasó. No sé cómo tuve ese lapsus porque es un detalle del que hablado muchas veces con otras personas. En una escena del libro, Pablo, Lucas y el dueño de la casa leen en silencio en una mesa con buena iluminación de las ventas de la pieza.

No me di cuenta de que, en esa época, pocas personas eran capaces de leer en silencio; era algo rarísimo. San Agustín solo conoció a una persona que lo hacía. Se leía en voz baja. No había signos de puntuación. Ni siquiera signos para indicar que una frase acababa. Leer en voz alta ayudaba a saber cuándo acababa una frase por la entonación. Así que tuve que poner a Pablo en la entrada del salón cercano.

¿Cuántos centenares, como este, se me habrán pasado sin saberlo? Sin duda muchos centenares.