domingo, noviembre 22, 2020

Cuánto siento lo de Guatemala: un aviso del futuro por venir en muchos lugares

 

Vi con tremenda tristeza como unos manifestantes encapuchados quemaron algunas estancias del congreso de Guatemala. Precisamente, hace pocos días hablaba yo de los símbolos, de la importancia de los símbolos.

Pocas cosas humillan más a una nación como que la sede de la soberanía nacional sea asaltada.

Desgraciadamente, unos cuantos cientos de antisistema bien organizados bastan para poder hacerlo en muchas democracias del mundo. Ningún gobernante quiere asumir las consecuencias de tomar las medidas que implicaría defender ese símbolo.

Pero considero que no debería ser así. Cualquier antisistema debería ser consciente de que la democracia va a defender sus dos cámaras constitucionales, sus tribunales e, incluso, sus comisarías de policía a toda costa.

Si uno quiere atacarlas, allá él. Pero debería saber que los agentes del orden las defenderán con todos los medios necesarios. A nadie se le obliga a intentar asaltar uno de esos edificios. Pero si lo hace, debería tener por cierto que las fuerzas del orden no permitirán que sean tomados los símbolos.

Es curioso que se acuse de fascista al que defiende el edificio que simboliza el corazón de la democracia.

Por supuesto que los medios de defensa deben ser graduales y proporcionados. Si con menos se puede repeler un asalto, úsense medios menores. Pero el asaltante debe ser consciente que cualquier escalada por su parte será respondida con una escalada proporcional por parte de los defensores. Lo único que tienen que tener por cierto es que el caos no puede tomar el símbolo del orden constitucional.

Tomar por la fuerza el símbolo del parlamento, el lugar donde los representantes del Pueblo parlamentan, es comparable a una violación. Es como la nación fuera violada por los violentos, por los que quieren imponer su voluntad, frente a la voluntad del Pueblo.

Una democracia puede ser imperfecta o muy imperfecta. Pero siempre será preferible a la violencia de los que quieren imponer “nuestra voluntad frente a la voluntad de otros”.

La toma de un parlamento es un hecho tan simbólico que jamás debe ser permitido. Y las fuerzas de seguridad de ese edificio deben estar especialmente formadas para saber qué protocolos usar según el tipo de ataque. Para nunca excederse, pero tampoco para quedarse por debajo de lo necesario.

Sea dicho de paso, y perdonad que otra vez elogie a España (cuando se lo merece, lo hago), el Congreso de Madrid si es atacado, no se da la alarma para que las fuerzas de seguridad vengan. Si no que hay varios edificios alrededor, donde los efectivos están 24 horas al día, 365 días al año. No solo las fuerzas antiterroristas y antidisturbios del interior del Congreso, sino también todos los efectivos del Banco de España (numerosos, por cierto), al lado; una comisaría situada también al lado (y específicamente preparada para defender el Congreso) y varios edificios institucionales más que están preparados para proveer sus efectivos a toda velocidad.

Os puedo asegurar que tomar el Congreso de los Diputados de España es una de las tareas más difíciles de conseguir. Aunque sobre este tema hablaré un poco más mañana. Pero sí, de eso nos podemos sentir orgullosos.

Había una canción que decía que cuando la mujer española besa... Pues bien, cuando el antidisturbios español da palos, da palos de verdad.