sábado, noviembre 28, 2020

Hay tan pocas cosas que alegren una calurosa tarde de domingo estival

 

Ayer tuve una larga conversación con un conocido de Canadá. El tema de monseñor Viganó me ha hecho perder tiempo y esfuerzo en tantas conversaciones. A mi viejo conocido, le aconsejé que empleara su tiempo en ver, en Youtube, vídeos de hurones o erizos. Sacaría mucho más provecho de visionar a esos simpáticos animales que de escuchar el Malleus maleficarum viganoniano y por entregas al que nos ha acostumbrado el monseñor retirado. Encima se trata de un Martillo de brujas por entregas y hasta con imágenes en movimiento. ¿Por qué no se dedicará como todos los jubilados a echar miguitas a las palomas?

Aunque tal vez nosotros somos sus palomas y sus miguitas son los vídeos. Y es que no todo es malo en Viganó. No, no, no todo es malo. Imaginaos una tarde calurosa de julio, estás leyendo el periódico con un granizado a tu lado, teniendo la Catedral de Burgos delante, las noticias son un rollo, y, de pronto, te encuentras con una carta-protesta de Viganó. ¡Pues te ha alegrado la tarde! La lees en voz alta a los amigos, la comentas, después viene la fase de las bromas. En los postres de la cena, se retoma el tema. Uno imita su tono, otro saca profundas conclusiones basado en su filosofía hegeliana, un tercero te cuente el chiste de que iban por el desierto Lefevbre, Viganó y Hans Küng...