En mi libro sobre san
Pablo, ya estoy en la revisión final del último tomo. Voy por la página 141 de las
248 que tiene. Hoy ha comparecido ante el tribunal de apelaciones del César en
Roma. Tribunal que he situado en la Basílica Julia. Espero no haber metido la
pata en la localización.
Hoy he abordado las
memorias del almirante Dönitz. Un verdadero rollo. Estuvo como testigo en uno
de los momentos mas fascinantes para cualquier historiador y sus memorias son
plúmbeas. Como escritor, estaba dotado un don para poner sus ojos en todo lo
más aburrido que pudiera encontrar.
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Hoy he salido a un parque
a las 9 de la mañana y me he puesto en un banco a tomar el sol. Con el confinamiento
he salido muy poco en los últimos meses. Confinamiento mental de casi todos los
madrileños. Y los paseos que he dado, prácticamente todos, han sido por la
noche.
Me he dado cuenta de que
el sol apenas me ha dado sobre la piel. Eso es necesario para producir la
vitamina D, la única que produce nuestro cuerpo y que no se puede compensar con
una alimentación variada. Pues se trata de una vitamina existente en cantidades
demasiado pequeñas en todos los alimentos.
Yo no sabía que la
carencia de vitamina D produjese problemas cardiovasculares, en huesos y una
mayor tendencia a la diabetes. Así que hoy he aprovechado el poco tiempo de sol
que ha habido en el día para tomar el sol mientras leía. Durante tres cuartos
de hora me he sumergido en esas aburridas memorias del almirante de la marina
de Hitler.
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Estos días estoy viendo a
trozos Alien Covenant. Me quedan unos diez minutos para acabar. Me gustan
mucho todos los detalles de ambientación, mucho. Pero la historia ya no produce
ningún interés, ninguna sensación. Me acuerdo la emoción de la primera
historia. Todos la veíamos con los nervios a flor de piel. Cinematográficamente
no era solo un estudiado ejercicio de tensión psicológica, era todo un ambiente
que fascinaba a los espectadores. Por ejemplo, la atmósfera que se creaba al
consultar a Madre en aquella sala blanca, sabiendo que ella conocía más
de lo que decía. Solo esas escenas merecen un estudio detalladísimo en
cualquier escuela de cine. Cómo se puede conseguir tanto con tan poco.
Y, sin embargo, esta
película nueva, con tantos recursos, no acaba de penetrar en el alma del
espectador. ¿Por qué? Porque es un mero derroche de presupuesto, un derroche formal;
agraciado, sí; pero rutinario.
Mientras que Alien el 8º
pasajero fue una obra realizada con pasión. Se nota que el guionista vivió la
historia. En la última entrega, como en las anteriores, el guionista se limitó a
recibir un encargo. Por eso la primera historia transmite la emoción del creador,
y las siguientes entregas transmiten el impecable trabajo (pero frío) de un equipo
asalariado por unos estudios.
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Cuánto me gustaría que mi
novela sobre san Pablo transmitiera pasión, emociones, que fuera reflejo de una
vida, un reflejo auténtico. En mi Cuando amanezca la ira estoy convencido
de que lo conseguí.