miércoles, enero 12, 2022

El fruto consumado del pecado es la pérdida del Jardín del Edén



Cuando escribí el post de ayer, la verdad es que esperaba que me diera su opinión una persona, y me la dio por email.

La gente común no sabe lo difícil que es sintetizar el mandato de un presidente de gobierno en diez o quince líneas. Lo mismo se puede decir de un arzobispo.

Todo el mundo juzga a la ligera. Saca conclusiones con muy pocos datos; y lo que es peor todavía, dando por descontado que esos pocos datos son verdaderos.

Me acuerdo que, una vez, un amigo cuyo buen sentido y bondad están fuera de toda duda llamó “obispo absentista” a monseñor Guerra Campos. Los que conocemos su figura sabemos que si hubo un obispo dedicado a su diócesis y solo a su diócesis fue precisamente este.

Aquel comentario fue un recuerdo, aplicable también a mí, de que podemos sacar conclusiones muy injustas. ¿En cuántos errores no incurriré yo sin darme cuenta?

Ser acusado en falso es lamentable, pero a veces es que alguien es acusado precisamente en la materia en la que su virtud es heroica. Me recuerda lo que escribí en otro post hace años:

Curiosamente, en 1722, cuando Bach solicitó el puesto de director en Leipzig, había cinco músicos como posibles candidatos. El consejo de la ciudad ofreció el puesto a dos de esos cinco. Pero declinaron la oferta. Bach obtuvo el puesto. Pero como comentó un miembro del consejo municipal: Ya que no podemos conseguir al mejor, tenemos que contentarnos con el mediocre.

Una pequeña muestra del mediocre titulada: Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias:

https://www.youtube.com/watch?v=KUqvCr7SOok&t=1166s

Conclusión, no juzguemos. Somos tan tontos que no nos damos cuenta cuando nos equivocamos. Levantamos la espada en alto, la zarandeamos, inconscientes de que hacemos el ridículo.