Se me había olvidado que si tomo más
de determinada cantidad de jamón por la noche, me da insomnio. Lo mismo me pasa
con las aceitunas o el chocolate. Ayer a las 3:00 de la mañana, aburrido de dar
vueltas en la cama, me levanté.
Sea dicho de paso es una cama
inmensa, la de mis padres de Barbastro cuando se casaron. El problema es que
cruje por todas partes cada vez que me muevo, pero no me importa porque me he
acostumbrado.
El caso es que me levanté, me senté
en mi sillón, en bata, cubierto por una manta, y vi el final de El último
emperador. Qué dramón. Magnífica. La primera vez vi la película en el
seminario. Un espectáculo para los ojos, una historia impresionante.
Como me quedaba poco por ver de esa película
que ya había comenzado a ver varios días antes, vi Las reliquias de la muerte
(2ª parte). Esta película de Harry Potter la vi con el vídeo a la máxima
velocidad. Solo me interesaba detenerme en las escenas que mostraran una arquitectura
interesante. El guion tiene un interés nulo, pero sigo pensando que la
arquitectura neogótica del Castillo Hogwarts es una fantasía magnífica.
Curiosa contraposición, en la
primera película, la historia es impresionante, quieres verla paladeando cada
detalle. En la segunda película la historia no es otra cosa que una aburrida
sucesión de lucecitas saliendo las varitas mágicas, conejos y más conejos saliendo
de las chisteras.
Aún me quedó tiempo para ver con el
vídeo a la máxima velocidad Mortal Engines. Ya desde el principio sabía
que la historia iba a ser un aburrimiento, pero quería ver si había algún
aspecto estético que valiera la pena: la realidad es que no.
A las 5:00 de la mañana me fui a la
cama y me dormí al instante.
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La vida del último emperador de
China. No, no es una vida como la de cualquier otro ser humano. Es una vida digna
de ser contada.