sábado, enero 22, 2022

El Padrino (IV parte)

 

En este blog he hablado un nutrido número de veces acerca del concepto de soberanía. Las implicaciones que tiene ese concepto son numerosas. Una de ellas es saber dónde está la raya de lo lícito y lo ilícito, de lo permisible y de lo no permisible, de lo legal y lo ilegal.

Hitler dijo muchas cosas para justificarse, pero hay un hecho insoslayable: él fue el que atravesó la frontera de Polonia. Aquel payaso vestido de uniforme repitió una y otra vez que fueron los polacos los que le atacaron; pero él fue el que atravesó la frontera.

He estado leyendo las “razones” que dan los medios rusos para justificar una invasión de Ucrania. Dan muchas razones, pero un hecho es innegable: si hay guerra, la habrá porque Putin atravesará la línea de la frontera ucraniana.

Esto es como si en un juicio el acusado ofreciera mil razones para su defensa, pero la acusación le repitiera: “Sí, pero usted fue el que clavó el puñal sobre su víctima”. Sin duda, Caín estaba convencido de tener muchas razones para atacar a Abel.

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Los tiranos, los déspotas, los dictadores atraviesan muchas líneas morales en sus propias naciones. Pero lo que marca una diferencia cualitativa es cuando su obrar penetra en una jurisdicción que no es la suya, y la atraviesan de un modo físico. Penetran en una soberanía ajena apelando (por vía de facto) que su autoridad se impone sobre la ajena. Nos alejamos del concepto de Ley para aferrarnos al hecho de que mi voluntad se impone sobre cualquier otro concepto de racionalidad. La razón lleva a la justicia. En el fondo es la voluntad frente a la razón.

No creo que Moscú invada Ucrania, ni siquiera una franja, sabe que el precio para la economía sería demasiado grande, con consecuencias para su propia pervivencia en el Poder. Lo tremendo es que ese ser humano con poder ha dejado claro que está dispuesto a matar con tal de que sus decisiones se impongan en el espacio de su soberanía y fuera de ella. Repugnante.