miércoles, junio 21, 2023

Errores comunes en las conferencias


Rowan Williams (anglicano) es uno de los mejores conferenciantes que conozco. También el fallecido obispo Kallistos Ware (ortodoxo). Y merece una mención Gino Iafrancesco (evangélico). 

Agradecimiento sine fine

Un error común a muchas conferencias es que el ponente se pone a hacer agradecimientos durante un minuto o dos. Lo cual es equivalente a un minuto o dos de tiempo perdido. ¿Pero, realmente, cree que el conferenciante que al público le importa algo una lista de agradecimientos? A fulanito, catedrático de esto; a menganito, profesor de lo otro… Y así dos minutos.

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Agradecimiento a la mano que te da de comer

Yo soy contrario a agradecer en una conferencia a la institución que te ha invitado. Si quieres agradecérselo, hazlo en privado. Pues claro que se supone que le estás agradecido. Dedicar un tiempo a agradecer a la universidad o al foro que te ha invitado es como agradecer al sol por brillar o al aire por estar ahí y ser transparente. Eso en privado.

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Ars longa y la conferencia breve

Otra cosa que no hay que decir nunca (porque es signo de poca experiencia dando conferencias) es que el tema es muy extenso, demasiado extenso, para el tiempo del que se dispone. Para eso estás ahí, para hacer una buena síntesis. Si el conferenciante no sabe adecuar el tiempo a la materia, no es adecuado para esa tarea. A lo mejor es muy bueno para la investigación, pero no para la tarea de dar conferencias. La materia NUNCA es demasiado extensa. Si me piden resumir la historia universal en una hora, por supuesto que lo puedo hacer; y en la mitad de tiempo.

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Sensus humoristicus

Otro error común a los conferenciantes es amenizar su charla con chistes. Craso error: los conferenciantes suelen ser pésimos humoristas. Si la gente se ríe, es solo porque está muy aburrida. A veces también ser ríen porque el conferenciante, como colofón a su chiste, se ríe con unas risas tan horribles que causan un terror nervioso que lleva a la risa.

Cuanto menos tenga que contar un conferenciante, más necesidad tendrá que animar el vacío con chistes. Un conferenciante que se precie va a lo que va. Otra cosa es que alguna vez surja un chiste de forma espontánea. Siempre se nota si el chiste lo trae en el bolsillo el conferenciante o nace. Si lo trae, es como una incrustación artificial. Si surge de forma natural, es como una flor que nace en el campo. En ese segundo caso sí que se aplica el proverbio japonés: 笑う門には福来る

Cuando un conferenciante que divaga, que no tiene mucho que decir, salvo superficialidades, trata de rellenar ese vacío cuántico con chistes, yo cierro los ojos y musito: Oh, cielos, dónde me he metido.

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Afortunados los oyentes de un buen conferenciante

Y después están los casos en que la conferencia es toda una experiencia intelectual; aquellos actos académicos en los que el conferenciante es uno de los más grandes expertos de aquello en lo que habla; aquellos casos en los que el que habla hace una obra de arte con la palabra, como otros lo pueden hacer con la piedra o la pintura; aquellos casos en los que la palabra del ponente se convierte en música, en una partitura; aquellos casos en los que el conferenciante, normalmente escritor y profesor, hace una conferencia, es decir, un género distinto al libro y a la clase de universidad.