domingo, junio 04, 2023

Mejorando la democracia

 

Desde hace no poco tiempo, le doy muchas vueltas al tema de la democracia. Leo, escucho conferencias, lo hablo con amigos. La democracia (en tantos lugares) ha logrado la alternancia en el poder, el Estado de Derecho, unos jueces independientes, unos gobernantes no despóticos.

Pero es como si después de lograr tantas e indudables consecuciones, la democracia se hubiera estancado; como si el sistema hubiera logrado eso, pero no lograra que los más adecuados gobernaran; como si el sistema se hubiera enzarzado en luchas grupales (partidistas) que son el obstáculo para tomar las mejores decisiones en orden al bien común. Se ha logrado mucho, pero nos hemos estancado.

El sistema no logra mejorar ni la calidad de los gobernantes ni que sus decisiones sean las más adecuadas.

Los partidos políticos son inevitables, convenientes, necesarios, instrumentos útiles para la ciudadanía. Las élites especializadas en la política, como ejercicio profesional, también son necesarias. Pero también es verdad que la lucha entre partidos puede convertirse en un mal endémico del bien común, del acuerdo, de la racionalidad. La lucha entre partidos puede bloquear lo que debería ser el modo normal de tomar las decisiones.

Hace unos años propuse la opción de la candidatura universal. 

En La decadencia de las columnas jónicas, explicaba yo que en las elecciones generales se puede votar por cualquier ciudadano español, ya que deja de haber candidatos oficiales: cualquier ciudadano puede votar a cualquier ciudadano español que sea mayor de edad.

El que obtiene el 1% de los votos pasa a ser congresista. Los que obtienen menos de ese porcentaje pueden dar sus votos al que consideren más adecuado. Lo que se pretende con tal medida es que esa agrupación de votos, esa lenta decantación, logre que se acabe sumando un 1%.

Pero yo mismo tengo mis dudas. Lo propuse y yo mismo tengo dudas. ¿Es el destino de toda democracia alcanzar un punto de rivalidad egoísta que lleve al bloqueo partidista?

Tengo la sensación de que un 25 % de congresistas completamente independientes podría marcar una notable diferencia con el panorama actúa de casi todos los países. Ese 25 % actuaría como jurado independiente: su sentencia daría la presidencia al candidato que vieran menos malo; ya no digo óptimo, pero sí el menos malo.

Lo malo es que un voto independiente y secreto se podría prestar a la compraventa de votos. Aunque al ser secreto, no habría manera de comprobar que un congresista ha cumplido con su parte del trato.

         Lo que tengo claro es que los actuales bloqueos partidistas (de un partido radicalmente contra otro) solo se pueden superar con la afluencia de ciudadanos independientes al parlamento, no con la creación de otro partido más que entre en el juego de alianzas absolutas: nosotros seremos los buenos, hagamos lo que hagamos; vosotros seréis los malos, hagáis lo que hagáis.

         Sería bueno llenar el hemiciclo de escritores, periodistas y gente famosa. Eso ya sería un paso adelante para cambiar las cosas. Además, con mi sistema de candidatura universal, el 10 % de los votos pueden ser entregados a familiares y amigos que no harán nada. Si se pierde, incluso, el 20 % de los votos, los parlamentarios serían 80. Es más fácil entenderse entre ochenta personas (de las cuales otros veinte serían independientes) que no entre los 345 diputados que ahora componen el congreso de España. 345 diputados que disputan un partido de fútbol en el que la política se reduce a dos porterías y un solo balón.

         Si hay 80 diputados, eso puede significar que 20 son independientes, y 30 son de partidos de un bando y otros 30 de partidos de otro bando ideológico. Con esas proporciones resulta fácil obtener la presidencia con el apoyo de los independientes. La antigua política de enfrentamiento, como si fuera un torneo medieval, poco a poco, iría derivando hacia una política de colaboración, de acuerdo.

Ahora tenemos en casi todos los países este panorama: nula colaboración, elecciones, nula colaboración, elecciones. El sistema que propongo con pocos parlamentarios que parlamentan a puerta cerrada y con voto secreto, desde luego, se presta al acuerdo colaborativo. No digo que se logre, pero el sistema lo favorece. Y mucho más si los independientes logran imponer (aunque sea de vez en cuando) presidentes de gobierno no políticos, individuos independientes que no vengan a hacer lucha política, sino a resolver problemas.

Sí, el sistema de candidatura universal creo que sería un paso en la dirección adecuada para resolver los problemas de nuestras democracias.