sábado, enero 04, 2020

Otro día en la vida de un presbítero: feminismo en estado puro



Hoy he podido dedicar la mañana a la lectura. Jalonada por mis momentos de oración: al comienzo del día, al mediodía y al final de la mañana. Pero me he podido dedicar a sacar adelante muchos artículos seleccionados que se me habían ido acumulando.

De mis lecturas de hoy, quiero extraer el siguiente pasaje delicioso. Cuando el papa Juan XXII elogió la figura del obispo de Hereford, Thomas Cantilupe, dijo de él que era: Pobre en espíritu, rico en bienes. Ya, en aquel entonces, todo el mundo notó el doble sentido de la alabanza que le dedicó.

Otro pasaje que me ha hecho mucha gracia es uno de esa obra de ciencia ficción e insensatez titulada El martillo de herejes, cuando dice (dedico este pasaje a mi amigo de Washington que se casó hace un año):

Qué otra cosa es una mujer, sino un enemigo de la amistad, un castigo inevitable, un mal necesario, una tentación natural, una calamidad deseable, un peligro doméstico, un deleitable detrimento, un mal de la naturaleza pintado con alegres colores.

Heinrich Kramer, el autor, atribuye ese texto a un santo padre, pero lo he buscado y no lo he encontrado en san Juan Crisóstomo. Probablemente Kramer lo sacó de quién sabe dónde. 

Pero también es cierto que el bueno de Crisóstomo no es de mis santos favoritos. En el comienzo de su libro sobre el sacerdocio ajusta cuentas con un antiguo amigo suyo, y lo hace en el peor estilo forteniano. Ya es raro que yo me escandalice, pero el buen obispo de Constantinopla vaya que si lo logra.

En fin, volviendo al autor del siglo XV, Kramer, también escribe con su habitual falta de sutileza:

Otros han propuesto otras razones de que existan más mujeres supersticiosas que hombres. Y la primera es que son más crédulas; y como el principal objetivo del demonio es corromper la fe, prefiere atacarlas a ellas.

Pero Kramer tiene momentos de gran teología. Por ejemplo, cuando enseña:

Pero la razón natural es que [la mujer]es más carnal que el hombre, como resulta claro de sus muchas abominaciones carnales. Y debe señalarse que hubo un defecto en la formación de la primera mujer, ya que fue formada de una costilla curva, es decir, la costilla del pecho, que se encuentra encorvada, por decirlo así, en dirección contraria a la de un hombre.

Por supuesto que estas citas no expresan mi modo de pensar, o no lo expresan del todo, o no de manera clara.