domingo, agosto 16, 2020

Belén en 1890

 

Una de las cosas que le estoy dando vueltas estos días es que hay que repensar la entera economía mundial. Ante lo que se avecina, ante el modo injusto en que se plantean las relaciones, habría que plantearse una reestructuración global. Eso sería lo óptimo. Por supuesto que eso no va a suceder ahora.

No soy socialista ni comunista, pero sí que habría que ver cómo se organiza todo para que la economía esté al servicio del ser humano y no al revés. Están muy equivocados los que piensan que los meros procesos económicos dejados en libertad arreglarán todo.

En el último medio siglo se ha dado la espalda a la cuestión de que no todo comercio es justo, de que no toda operación especulativa es lícita. Todas las decisiones moralmente equivocadas se han ido acumulando, ramificando y combinando. La crisis monetaria no es solo una cuestión de dinero, sino también es una cuestión moral. Es una cuestión moral tanto en su origen como en su solución.

La reforma tendría que ser propuesta por los más grandes magnates (esos que ya lo tienen todo y se dedican a la filantropía), que se reunieran y que se plantearan eso: ¿cómo habría que organizarlo todo para que este mundo fuera mejor? Ellos que conocen mejor que nadie el sistema son los que podrán aconsejar qué hay que hacer.

¿Qué harían ustedes si tuvieran pleno poder para rehacer el entero sistema?

Lo que resulta evidente es que se dedican cantidades grandes de dinero a producir ciertas necesidades irreales, necesidades que solo tienen demanda porque han sido creadas. En otros casos, hay pocas personas que tienen sueldos excesivos solo porque tienen capacidad para aliarse y parar el sistema. El tema de los sueldos excesivos no es ninguna tontería. En unos casos, hay sueldos que se justifican, pero en otros casos es una especie de chantaje continuado a la sociedad. Otro tema es la especulación. Hay especulación tóxica que solo crea problemas a todos y grandes beneficios a unos pocos.

Los poderosos siempre tienen quienes les defiendan ante los políticos. Los pobres no tienen quienes les defiendan, por supuesto que no es lo normal que lo hagan sus representantes. No lo han hecho hasta ahora (de forma usual) y no creo que empiecen este año o el próximo.

No estoy defendiendo una economía centralizada, tampoco el marxismo. Pero la economía de mercado, la economía libre, la confluencia de la libre iniciativa, la interacción entre la oferta y la demanda, requieren un nuevo marco global.

Hay cosas de siglos pasados que parecían inamovibles en su momento y que, hoy día, están completamente racionalizadas.