Estas sugerencias no son
arquitectónicas, sino de otros tipos:
—Los lampadarios
eléctricos los desterramos para siempre al lugar del tormento. Habrá lugares
seguros, totalmente seguros, donde se coloquen velas naturales. Si la gente
pusiera demasiadas velas, se pueden diversificar esas limosnas hacia estas
otras ofrendas: incienso, aceite para alimentar lámparas que cuelguen en las
capillas, flores y perfumes.
—Las velas pequeñas, si
hubiera tantas, se pueden fundir para que el cirio pascual esté encendido todo
el día en un lugar de penumbra donde resplandezca con toda su dignidad. También
sería bueno que seis lámparas de cristal con aceite estuvieran encendidas sobre
el altar mayor desde que cayera la tarde, al menos, con una luz adecuada para
que su luz destacara.
—Lo mejor es que la gente
o ponga velas o dé dinero para incienso (pudiéndose poner algo de incienso a
determinada hora delante del altar principal), pudiéndose usar distintos tipos
de incienso. No siempre el mismo. O de dinero para flores, de manera que se
pueda decorar una capilla solo con flores rojas una semana, solo con flores
amarillas otra semana, etc. Haciendo combinaciones bellas muy pensadas.
Mientras que si cada uno trae sus propias flores, esas combinaciones no serán
posibles.
—Otra ofrenda será el
perfume. Pudiéndose perfumar alguna imagen de la virgen o toda su capilla. El
perfume puede cambiar cada semana. Otra ofrenda puede ser el aceite para
alimentar, por ejemplo, las treinta y tres lámparas de la catedral. Lámparas
como las que cuelgan del techo en la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén.
—Un ostiario encenderá
las, por ejemplo, treinta y tres lámparas de aceite al atardecer, mientras ora,
para darle un sentido religioso a ese acto. También el cierre de todas las
puertas de la catedral lo hará rezando, con una oración en cada puerta. Por
cuestiones de seguridad, cierto número de las puertas pueden estar cerradas salvo en las misas con mucha concurrencia.