Esta preciosísima estatua
se titula La contemplación de la Justicia. Esta mujer, meditativa, en su
mano tiene una representación de la Justicia vendada y apoya su brazo en un
libro de Derecho. Cabe preguntarse ¿quién es la que medita acerca de la figura? ¿La justicia concreta? ¿El sistema judicial de una democracia? Que yo sepa nunca se clarificó ese punto.
Ayer fue un día de
inmensa alegría. No pensé que llegaría a ver una sentencia del Tribunal Supremo
como la que leí ayer. Estuve escuchando el verso Glory, glory, hallelujah y el resto del poema durante horas, como música de fondo.
Por otra parte, es una alegría
en una situación de progresivo deterioro
moral general que sigue su curso. Un bando que tiene perdida la guerra puede ganar
una importante batalla, pero hay situaciones de no
retorno. Estamos en mitad de un proceso de
inexorable avance de la futura hostilidad pública hacia la Iglesia.
Con todo lo que me alegra
esta victoria, reconozco que el retroceso general es inexorable.
Creo que, en Estados Unidos, va a haber grandes victorias contra el aborto en
los próximos años, y que vamos a tener muchas más alegrías. Pero esa sociedad
sigue su camino de cambio, su camino hacia la apostasía.
Esta inmensa victoria va
a dar tantos ánimos que va ser causa de próximas victorias. No obstante, la
guerra la veo perdida ante la apostasía general. La batalla ya no es tanto
contra el aborto, sino, en el fondo, contra el cristianismo. El aborto es un
campo de batalla en una guerra espiritual más amplia: ¿cuál
será el alma de las democracias del siglo XXI?
Se trata de una guerra no
por ganar un territorio material, sino por conquistar el alma espiritual no ya
de un pueblo, sino de toda una civilización.
Esta guerra espiritual se
lucha con armas espirituales: la oración, el buen ejemplo, la caridad, la
proclamación de la Palabra de Dios. Pero por más que trabajemos y nos
esforcemos, el campo de la política, de los medios de comunicación y de la
intelectualidad están perdidos. Podemos tener victorias parciales, pero el
proceso es muy profundo y con características que lo vuelven irreversible a
estas alturas.
La inexorabilidad puede
parecer que es un pensamiento que es contrario al sentido cristiano de la la libertad.
Pero recordemos que usamos esa palabra no en un sentido absoluto, sino según el sentido común. Por supuesto que no es
absolutamente imposible que el apostolado vaya transformando todas nuestras
sociedades. Ahora bien, hay guerras en las que el sentido común indica que ya
están perdidas, aunque la derrota final llegue tiempo después.
Así hay que leer los pasajes
en que Jeremías ya no aconseja la defensa de la Ciudad Santa a los hierosolimitanos.
Then the Lord said to me:
Though Moses and Samuel stood before me, yet
my heart would not turn toward this people. Send them out of my sight, and let
them go! (Jeremías
15, 1).
Sí, el pueblo judío en el
reinado de Joaquín y Jeconías había llegado al punto de no retorno. Estoy
convencido de que Europa se convertirá en la sede del Anticristo. En una liga
de naciones bajo una ideología que será un nuevo fascismo, una gran dictadura
con todas las apariencias democráticas. Sabremos que esa dictadura ha llegado
cuando veamos varios signos, signos dados en las Escrituras. Uno de ellos será
ver cómo se revuelve con toda saña contra el cristianismo. También habrá, ¿cómo
no?, un líder absoluto, indiscutible, con todos los poderes: un Putin en
versión europea.