La foto es un ejemplo de
magnífico retrato. ♣ Fotografía, pero
verdadero arte. Increíble lo que me acabo de encontrar ahora mismo en mi casa,
sin buscarlo: un examen mío de literatura de 1985. Un trozo de la que era mi
vida hace 37 años. Estaba metido, doblado, entre las páginas de un libro de
poesías de Antonio Machado. El tema de ese examen parcial era El Árbol de la
Ciencia de Pío Baroja, no había más cuestiones.
Me ha parecido muy buena
la larga explicación que ofrezco de ese libro en mi examen. Me ha sorprendido, sinceramente, que
fuera tan profunda. Y sin embargo el profesor le puso un 4 en una calificación
que llegaba hasta 10, según él porque no hacía un análisis de los métodos
literarios del texto.
A la distancia de tantos
años le hubiera dicho al profesor (que me caía muy bien, don José Mora) que me
había leído el libro entero, algo que no sé si podrían afirmarlo todos los de la clase. Lo había leído y
le había dado mi sincera y sencilla opinión.
Mientras que otros
compañeros míos habían aprendido bien la lección más importante de la asignatura de literatura, la gran lección que yo no aprendí: "Lo
importante no era leer el libro ni apreciarlo ni disfrutar con su lectura. Para
sacar buena nota lo imprescindible era aprenderse de memoria, como un papagayo,
las profundísimas razones que ofrecía el libro de texto acerca del estilo de
ese título". Claro que mis compañeros (aunque no se hubieran leído el libro) hacían
unos análisis magníficos: todo era pura memorización.
Era un gran hombre ese
profesor. Pero como maestro venía ante nosotros a dar su monólogo, no había
interacción alguna. Llegaba el momento del examen y se limitaba a valorar el
mayor o menor número de datos que él consideraba que “subían nota”, pero que, desde
una perspectiva que fuera al meollo del aprendizaje, resultaban irrelevantes. Aquellas
clases formaban loros repetidores. Yo sí que había leído el libro, había
tratado de meterme en sus páginas, pero eso no lo valoraba. Ese 4 de
calificación me ha dolido más ahora en 2022 que entonces.
Yo no he vuelto a leer El Árbol de la Ciencia en ya casi 40 años y me acuerdo de la historia, de su estilo, de varios párrafos, de su atmósfera de la psicología del personaje. No creo que casi ningún compañero de clase mío pueda decir lo mismo. Pero me calificó con un 4.
Don José era una
magnífica persona. Eso sí, el daba su clase, sus explicaciones, y después si varios
alumnos sacaban malas notas no era cosa suya. “Lo que tienen que hacer es
estudiar”, era toda su explicación. Los suspensos de sus alumnos (yo no tuve
ninguno con él) no eran para nada problema suyo. Él, el maestro, no tenía nada
que ver con eso. Ni se le ocurría que fuera conveniente tener una conversación
con el suspendido para ver qué se podía hacer. “Estudia más” era todo su consejo.