jueves, diciembre 12, 2019

No cuesta tanto decir: "Me equivoqué".



Hay un tema en el que he cambiado de opinión y es la cuestión de si la presencia eucarística permanece cuando se produce una profanación satánica de la forma consagrada. Después de darle muchísimas vueltas, reconozco que estaba equivocado: la presencia de Jesucristo permanece, incluso en unas circunstancias tan espantosas como esas.

Debo agradecer este cambio de postura a un texto medieval que me envió un lector. No menciono por su nombre a esa persona porque no le he pedido permiso. Pero su aportación fue, realmente, valiosa.

Podéis leer el artículo entero con todos los argumentos en mi libro Ex scriptorio, pg. 90. También he cambiado la referencia que a esta cuestión existía en Exorcística.

Si ese lector fue el que me hizo repensar la entera cuestión, debo que agradecer a un amigo el espolearme hasta lograr la redacción final de esa cuestión. Tiene gracia, porque él defendía con fuerza la primera redacción de mi texto. Y, como le dije, la primera argumentación no era incorrecta, era razonable. Pero Dios puede sorprendernos por elevación.

Cambiar la cuestión me llevó dos mañanas porque la primitiva redacción de unas quince líneas hace años se transformó, hace cuatro años, en unas seis páginas; y ahora los razonamientos se han ampliado hasta llegar a catorce páginas. La reproducción de los textos sigue unas reglas casi biológicas, en medio de otros libros ya petrificados.

He necesitado también parte de esta mañana para cambiar la cuestión no solo en un libro, sino también en otro en el que mencionaba el tema. Además, había que sustituir los archivos en Biblioteca Forteniana. Y, por último, había que reescribir los links de descarga en este blog.

Hacer un cambio en un libro conlleva una cadena de acciones, como veis. Pero, al mismo tiempo, ese esfuerzo lo considero justificado, porque, y os lo digo con total sinceridad, me conmueve cómo un texto perdido en una de mis obras es causa de que haya individuos que piensen, argumenten y razonen con una profundidad que me sorprende. El lector puede valer más que el autor. Por eso corregir un texto es algo que hay que tomarse muy en serio. Y reconocer “me he equivocado” no es un desdoro. ¡En cuántas más partes me habré equivocado y ni siquiera lo sospecho!

Lo que es un desdoro es la pertinacia. Uno nunca debe escribir para vencer. La única victoria es la verdad. Y esta cuestión que siempre la consideré muy menor en el libro en el que estaba inserta, ahora se ha transformado en un escrito muy interesante. Por lo menos, a mí, me ha acabado interesando muchísimo.