domingo, septiembre 25, 2022

El arte de entrevistar

 

No sigo las noticias del corazón, pero me alegró mucho cuando conocí la conversión de Tamara Falcó. Ahora me he enterado de que ha roto con su prometido por una supuesta infidelidad.

Pobre Tamara, si quiere un marido para toda la vida, un marido con el que envejecer, que le acompañe en la opulencia y en la tristeza, en las fiestas y en la enfermedad, debe buscar un novio religioso, un hombre que anteponga la Ley de Dios a todo lo demás.

Y esos solteros se encuentran en determinados ambientes (parroquiales, de movimientos religiosos, de familias muy creyentes) y no se encuentran en otros (discotecas, conciertos de rock, fiestas).

Lo siento por ella que, sin duda, busca un amor verdadero, no un cariño transitorio.

Sea dicho de paso, hubiera podido conocer bien a Tamara, pues la productora me invitó hace dos años a participar en Master Chef Celebrity. Les contesté que el sentido del humor no era la característica más sobresaliente de la jerarquía católica.

No tengo la menor duda de que los obispos antes me hubieran permitido participar en la guerra de Ucrania que no en ese programa de cocina.

Un consejo a los entrevistados cuando están en un programa serio, ante un periodista que es bueno. Una entrevista no es el lugar para eludir respuestas. Hay ocasiones en que hay razones serias, verdaderas, por las que uno no puede contestar a algo: es mejor reconocerlo.

No responder y dar la sensación de que se responde es insultar la inteligencia de los oyentes. Nadie queda engañado ante una no-respuesta. Pero peor es cuando eso lo repites cuatro o cinco veces, te estás retratando. Las respuestas deben ser sinceras. Siempre hay que contar con la inteligencia del que escucha. Tratar de tontos a los oyentes es el peor camino que puede tomar un entrevistado.

Los entrevistadores malos consideran que cuanto más agresivos sean mucho mejor entrevistadores serán. Se nota perfectamente cuando al entrevistador no le interesan las respuestas, sino solo sus propias preguntas. El papel de entrevistado-espectador es muy triste. El espectáculo del ego de varios entrevistadores resulta lamentable. Escribo esto pensando en un entrevistador muy famoso de la BBC que tenía el programa Hardtalk. Algún entrevistado tuvo que aconsejarle, con total calma, que se tranquilizara. Es cierto que no son frecuentes los excelentes entrevistadores. La fama nada tiene que ver con la valía para ejercer esa función.

Si yo tuviera que entrevistar a Maduro, desde luego que la entrevista sería calmada. Me centraría en lo personal. No tendría sentido preguntarle por determinados temas en los que solo voy a recibir un discurso político como respuesta. Eso es así, por tanto, al menos, conocer a la persona, al ser humano: sus gustos, sus miedos, sus aficiones. De ningún modo usaría yo una entrevista para echarle en cara algo, para acusarle de desmanes. El entrevistado es él. El entrevistador no debe ejercer de otra cosa que de entrevistador.