lunes, septiembre 19, 2022

Funerales de una reina, funerales de un papa

 

Aprovecho para copiar la parte dedicada a los funerales papales en mi libro Neovaticano. No espero que lo leáis entero. Pero podéis echarle una hojeada y darme vuestras opiniones. En serio que me interesa leer opiniones, críticas y sugerencias. Aquí está el texto:

Los novendiales son los nueve días de luto por la muerte de un Sumo Pontífice. Aunque antiguamente era tradición que el sepelio tuviera lugar alrededor del sexto día después del fallecimiento, ahora, tras el fallecimiento de Isabel II del Reino Unido, resulta evidente que hay que alargar los plazos para dar la posibilidad a los fieles de dar su último adiós a este tipo de figuras.

El cuerpo yacente será visible durante los días en que sea razonable que aguante sin que la corrupción sea evidente, visualmente o por la fetidez. Después, el ataúd será metido en un féretro de plomo, y la tapa será herméticamente cerrada. Durante todo el tiempo que se exponga el féretro (con la tapa abierta o cerrada) en los claustros, estará protegido por un arca transparente de gran resistencia. Cumplirá la función de proteger el cuerpo de la lluvia. De esta manera, aunque llueva torrencialmente, el cuerpo estará protegido. El arca también lo protegerá de la posibilidad de que algún perturbado arroje algo contra la caja. Si el arca está situada a pleno sol en verano, la temperatura sería excesiva en el interior. De ahí que habrá que poner una especie de baldaquino de tela cuya belleza esté acorde a lo que va a ser un acto visionado por millones de personas.

Una vez que se cierre la tapa del féretro de plomo (segunda caja) y se coloque dentro de un ataúd de pino (tercera caja), encima de la tapa no se colocarán varios elementos. Existe una cierta mala costumbre de colocar muchas cosas sobre las tapas de los féretros en los funerales. Lo mejor es dejar el féretro desnudo, sin nada encima: ni una tiara ni nada.

Durante siete días, el cuerpo del difunto romano pontífice se expone cada día en el centro de un claustro diferente. Un claustro amplio y abierto ofrece la posibilidad de que una gran cantidad de fieles puedan no solo pasar delante del cuerpo, sino también verlo desde las terrazas de los cuatro lados del claustro, así como desde el mismo plano del interior del claustro.

Démonos cuenta de que si un Papa ha sido muy querido, existe un fuerte impulso en la gente para ir a darle el último adiós. Este deseo de hacer algo por despedirse, no solo no debe ser impedido, sino facilitado. Un papa es un padre, y es lógico que sus hijos quieran ir a verle antes de su entierro. La red de terrazas de los claustros permite que la gente contemple en oración el espectáculo de la gran familia de la Iglesia pasando a despedirse del que fue su padre espiritual.

Un claustro espacioso permite, además, que los obispos, y algunos sacerdotes y frailes, puedan sentarse y hacer oración ante la contemplación de la muerte. Todos los fieles no podrán sentarse allí porque no habría espacio. Incluso el clero podrá sentarse en los asientos del claustro, solo hasta llenar el aforo.

El cambiar el emplazamiento del féretro cada día, llevándolo a un nuevo claustro, convierte a todo el conjunto arquitectónico en una especie de reloj que marca el paso de los días. Démonos cuenta de que, gracias a las cámaras de televisión, estos días de luto aparecerán en las noticias de millones de hogares en el mundo. Ritualizando el hecho de la muerte del sucesor de Pedro, estos días se pueden convertir en todo un sermón acerca de la vida y la muerte. El mensaje entrará por los ojos. La sucesión de los claustros con sus respectivas procesiones de traslado del féretro, al amanecer de cada día, las hileras de gente fluyendo en a ambos lados del ataúd, el clero orando y meditando, todo ello será ya de por sí una enseñanza para el mundo entero.

En el Claustro Sixtino, en el que tienen lugar los cónclaves, no se podrá exponer el ataúd durante los novendiales. Pues solo dispone de dos puertas de entrada, y las dos situadas en el interior del edificio del claustro. Por lo tanto, resulta muy inadecuado para asumir grandes masas de personas, se organice como se organice. Además, ese claustro deberá ser preparado para el cónclave. Incluso por motivos de seguridad no deberá usarse para ese propósito de los novendiales. De ahí que octavo día será expuesto en la plaza frente a la fachada del Basilicarión. El noveno día será en el interior del Basilicarión. La razón de esos dos días es porque dos claustros no se emplearán para el propósito de los novendiales: el de los cardenales y el Claustro Central, para así no impedir la adoración perpetua del Templum Cuadratum situado en centro de este claustro. Nada, ni el luto por un papa deberá impedir esa adoración continua.

En el Celio se celebrarán muchas misas por el papa, pero solo una de corpore insepulto. Celebrada esta misa, el féretro será trasladado a una iglesia del Celio donde será expuesto en un túmulo, como en los claustros. Así los fieles y el clero podrán seguir dando su adiós sin estar agobiados por plazos de tiempo. Se decidirá cuál es el templo más adecuado. Una vez que las filas de fieles comiencen a no ser continuas, que empiece a haber huecos, se continuará con la exposición del féretro durante un tiempo razonable –por ejemplo, un mes–‍‍‍, y después se anunciará, con tiempo de antelación, una fecha para su sepelio en la zona de las sepulturas papales. Esa fecha, fácilmente, puede ser dos meses después del fallecimiento.

Como se ve, el proceso de traslados del féretro papal sigue estos pasos:

-salida del palacio apostólico

-traslado por siete claustros durante una semana

-desplazamiento a la plaza del Basilicarion

-funeral en el interior del Basilicarión

-procesión a la iglesia donde se expone el túmulo

-procesión hacia el lugar de sepultura.

Dado que en los fieles existe una necesidad psicológica de ver algo, de tocarlo, los sepulcros papales tendrán una estatua yacente que los represente. Serán todas ellas representaciones realistas, en mármol, revestidos de sus vestiduras litúrgicas, como el estilo de las estatuas yacentes del siglo XVI. En esa capilla, los papas aparecerán leyendo, bendiciendo, rezando, con un perro a sus pies, o con dos ángeles en la cabecera, etc.

Esto supone entender al sepulcro como obra de arte, como lugar donde se ve al difunto, donde está presente en cierto modo. Este tipo de sepulcro supone la posibilidad de hablar a un rostro, de poder estar cerca de él. A la hora de crear la zona de las sepulturas papales, habrá que tener en cuenta esta necesidad humana de la cercanía e, incluso, de facilitar que se pueda tocar el mármol del sepulcro.

El largo ciclo procesional de los novendiales por los claustros, no supone una idolatría, sino que se trata de una sacralización de la muerte. La muerte no como algo que se oculta, sino como objeto de meditación, de ritualidad. El muerto es visto como miembro presente de una familia, durmiente pero presente. Por eso, las mentes que levantaron la zona de sepulcros papales en el Celio, dejaron aconsejado a los pontífices venideros que no levantaran grandes túmulos para sus predecesores, sino sobrios sarcófagos de estilo medieval y renacentista, que los representasen como yacentes en lechos donde duermen en espera de la resurrección.

La capilla de las tumbas papales está localizada en el Basilicarión, justamente al lado, paralela, al eje central de la zona sepulcral. Se halla paralela, porque al ser tan visitada, hay que evitar que su afluencia abarrote el eje central de la zona general reservada para las tumbas del resto de clérigos y fieles.

En esa zona de enterramientos papales, será muy bello ver los treinta y seis sepulcros rectangulares. Los todavía no ocupados pueden estar pueden mostrar sus superficies lisas, sin inscripciones, sin estatuas. En esa cuadrícula que forman las tumbas, se irán colocando los papas por riguroso orden de enterramiento.

La Guardia Romana lleva uniformes oscuros durante los días de luto por un Papa. Todas las tiras que forman el uniforme son negras y grises, durante esos nueve días. Los penachos de los yelmos son negros, en vez de rojos. Y los altos oficiales que normalmente portan una banda de color fucsia cruzada sobre la coraza, la cambiarán por una banda de seda negra. Cuatro pendones negros cuelgan de la fachada del edificio de la Curia.