Hoy no os voy
a castigar con otro rollo sobre geopolítica católica. Veréis, el libro que
quería escribir, después del de san Pablo, era la segunda parte de mi autobiografía.
En parte, porque la primera parte se vendió muy bien. Lo cual siempre es un
buen argumento literario.
Pero me he
encontrado con un problema que no he logrado resolver. La biografía tenía que
continuar donde dejé la primera parte, en el año 2006. De lo más interesante que
tenía que contar desde entonces eran las acciones de varios sacerdotes contra
mí. Algunas de esas acciones fueron realmente interesantes de contar y
provocaron círculos concéntricos de efectos que permanecen hasta hoy.
Ahora bien, ¿cómo
contar esa historia sin que los aludidos se enfaden y despierten de su sopor
para volver a la carga en sus esfuerzos contra mí?
Llevo varios
días dándole vueltas. No hay forma de enmascarar de quiénes se trata, siempre
serán reconocibles en el ámbito clerical de Madrid. El mundo de los curas es
muy pequeño.
No hay forma
de enmascarar las pequeñas y grandes maniobras de estos colegas. Los hechos o
se cuentan o no se cuentan. Pero no se puede contar a medias.
Con lo cual,
tengo una historia muy interesante para esta segunda parte. Pero justo lo que
es más interesante debo callarlo.
En fin, en
eso estoy.