Ya lo he
dicho más veces, anteriormente. Pero me gustaría abundar un poco más: actualmente,
en este año del Señor de 2021, no existe un nuevo orden mundial. No existe.
Existe una
nueva ideología formada por varias facetas que ha ido calando más en la
población. Esa ideología de la población acabó conformando el discurso
políticamente correcto. De la política pasó a las leyes. Estamos a la espera de
un recrudecimiento de las leyes y el siguiente campo invadido serán los tribunales.
Pero una
ideología no es un orden.
El día que la
nueva ideología se combine con otros elementos y conforme un partido político, ese
partido puede ser internacional. Ese día ese partido sí que podría construir un
nuevo orden en ese país. Y sus partidos-hermanos podrán hacer otro tanto en
otras naciones. Ese día sí que habrá un nuevo orden.
Destruir la
antigua cosmovisión cristiana, no implica que, automáticamente, hay un nuevo
orden. Destruir algo no significa que ya, de por sí, hay un nuevo orden
internacional.
Lo habrá. Sin
duda, lo habrá. Pero tendrá que combinarse con otros elementos. Con unas
cuantas facetas contrarias al cristianismo, no se construye un partido. Se necesita
una parte afirmante, algo que se afirme; no solo una parte negante.
Es decir, no
existe un nuevo orden mundial por el hecho de que cinco o diez obispos de
distintos países de Europa o Latinoamérica vayan a los tribunales como
acusados.
Solo cuando
esa mentalidad postcristiana se combine con un ideal, con algo que se pretenda,
con un nuevo orden social que se quiera lograr, entonces sí.
El nazismo no
construyo su nuevo orden solo persiguiendo a los judíos. El antisemitismo
existía antes de Hitler. El nuevo orden nazi nació cuando se combinó con la
pretensión de toda una arquitectura social nueva.
El marxismo
no construyó su nuevo orden solo ahorcando a millares de ricos. Eso no bastaba.
Se construyó cuando se combinó con acciones afirmantes en orden a lograr una
nueva sociedad.
No, no existe
ahora un nuevo orden. Existe una nueva mentalidad que se manifiesta en algunas
leyes. De este humus brotará otra cosa, pero todavía no ha surgido. Yo me
lo imagino como un incendio, como una ola de entusiasmo popular, que concentrará
el Poder en las manos de un dirigente carismático, cuya sombra impactará en
otras naciones que seguirán su estela, uniéndose a algún movimiento político
internacionalista.
¿Donde
nacerá? No lo sé. ¿Qué características tendrá? No lo sé, porque se venderá a sí
mismo como algo nuevo, algo renovador, como una refundación de la sociedad. La pobreza
que va a venir en los próximos años es un caldo de cultivo adecuado. Como lo fue
la Gran Depresión (aunque, en Estados Unidos, surgiera un Roosevelt y no un
dictador), o lo fue la hiperinflacción alemana tras la I Guerra Mundial. La pobreza
venidera será una oportunidad para el populismo internacionalista;
probablemente, con tintes antisistema. Un partido que sea rabiosamente
libertario, antifascista, que pretenda renovar toda la sociedad en nombre de la
libertad y los más desheredados.
No, la culpa
no será de China ni de los masones ni de un grupo de millonarios conjurados. Mi
intuición (me puedo equivocar perfectamente) es que será algo muy popular, muy espontáneo,
que nacerá de las bases, que querrá acabar con un sistema social injusto y que
sumará a todos los descontentos.