martes, junio 27, 2023

El status de los servicios de inteligencia en una democracia

El tema de ayer me parece tan importante que he reescrito y ampliado el post de ayer. No es que me haga la ilusión de que alguien de los servicios de inteligencia esté leyendo este blog, pero... nunca se sabe.

¿Deben los servicios de inteligencia estar bajo la obediencia del presidente del gobierno o es mejor que estén bajo la autoridad de otra institución independiente? Las democracias han buscado varios sistemas para que, aun estando bajo la autoridad del presidente del gobierno, existan ciertos controles. Pero hay que reconocer que esos controles se han mostrado, demasiadas veces, claramente insuficientes. Y esa insuficiencia suele ser sistémica por una razón muy sencilla: una comisión de parlamentarios que, una vez al año, haga preguntas al jefe de los servicios de inteligencia nunca podrá cumplir con una labor de verdadero control. Un grupo de sujetos foráneos al cuerpo de inteligencia jamás podrán controlar a un servicio de inteligencia formulando una serie de preguntas o pidiendo una serie de documentos.

Ese control debe ser profesional y, en cierto modo, interno; es decir, realizado por profesionales situados en el mismo interior del servicio de inteligencia. Los de fuera difícilmente podrán tener acceso a la información más relevante. Cualquiera entiende que si todos los grupos humanos poseen un cierto espíritu de cuerpo y de defensa frente a la exigencias provenientes de afuera, eso es mucho más fuerte en un servicio de inteligencia.

¿Cómo tratar de solucionar eso? Considero que lo mejor es realizar un cierto cambio en el organigrama jerárquico.

1.      el Estado Mayor es el superior directo del Ejército, de la policía nacional y de los servicios de inteligencia

2.      el Estado Mayor obedece al Poder Ejecutivo

3.      los miembros del Estado Mayor son escogidos por cooptación

4.      el Estado Mayor es el que nombra al director de los servicios de inteligencia

En pro de la coordinación, en beneficio de la unidad de acción, es el Poder Ejecutivo el que manda sobre las unidades militares y policiales, así como sobre los servicios de inteligencia. Obrar de otra manera implicaría una cierta descoordinación en mayor o en menor media.

Es un hecho demasiado frecuente que el presidente del gobierno haga un uso inadecuado de los servicios de inteligencia. Eso es así en casi todos los países, se trata de una tentación constante a lo largo de la historia de las democracias.

Por eso, el peligro desaparecería con una medida sencilla: determinar constitucionalmente que el presidente del gobierno no puede hacer ningún nombramiento en los servicios de inteligencia, sino que estos nombramientos dependen del Estado Mayor.

Con tal norma, los servicios de inteligencia van a poder gozar de independencia de acción si observan que alguna de las consignas que reciben no son para el bien público sino particular del gobernante. Es decir, se obedece siempre al Ejecutivo, a no ser que la orden sea dada para beneficio personal de un gobernante o del partido gobernante o contraria a la constitución.

Alguien podrá decir que sí, que con este sistema el servicio de inteligencia será obediente al presidente, pero con capacidad de independencia si es necesario; pero ¿qué hacer si el Estado Mayor se corrompe? Como ellos escogen quién ocupará la vacante de un general, el sistema forma una cápsula cerrada: si se corrompe, nadie podrá poner remedio.

Pues sí, hay un modo para evitar que suceda eso, y es que si el congreso y el senado se ponen de acuerdo (con mayoría del 70% de escaños) pueden cesar a todo el Estado Mayor o solo a algunos de sus miembros.

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Sé que estas parecen las reglas del Monopoly, en este caso el Monopoly del poder. Buenas o no estas reglas siguen una racionalidad; buscando siempre la mayor simplicidad. En este caso, un servicio de inteligencia obediente al presidente, pero capaz de decir “no” cuando, colegialmente, la cúpula del servicio secreto considere que una investigación, una acción, una línea de actuación no debe ser emprendida.

Lo que he expuesto puede gustar más o menos, pero los sistemas actuales, creedme, son mucho peores; en España, en Estados Unidos y en tantos lugares.