El tema de ayer me parece tan importante que he reescrito y ampliado el post de ayer. No es que me haga la ilusión de que alguien de los servicios de inteligencia esté leyendo este blog, pero... nunca se sabe.
¿Deben los servicios de
inteligencia estar bajo la obediencia del presidente del gobierno o es mejor
que estén bajo la autoridad de otra institución independiente? Las democracias
han buscado varios sistemas para que, aun estando bajo la autoridad del presidente
del gobierno, existan ciertos controles. Pero hay que reconocer que esos
controles se han mostrado, demasiadas veces, claramente insuficientes. Y esa
insuficiencia suele ser sistémica por una razón muy sencilla: una comisión de
parlamentarios que, una vez al año, haga preguntas al jefe de los servicios de
inteligencia nunca podrá cumplir con una labor de verdadero control. Un grupo
de sujetos foráneos al cuerpo de inteligencia jamás podrán controlar a un servicio
de inteligencia formulando una serie de preguntas o pidiendo una serie de
documentos.
Ese control debe ser
profesional y, en cierto modo, interno; es decir, realizado por profesionales
situados en el mismo interior del servicio de inteligencia. Los de fuera
difícilmente podrán tener acceso a la información más relevante. Cualquiera
entiende que si todos los grupos humanos poseen un cierto espíritu de cuerpo y
de defensa frente a la exigencias provenientes de afuera, eso es mucho más
fuerte en un servicio de inteligencia.
¿Cómo tratar de
solucionar eso? Considero que lo mejor es realizar un cierto cambio en el
organigrama jerárquico.
1.
el Estado Mayor es el superior directo del
Ejército, de la policía nacional y de los servicios de inteligencia
2.
el Estado Mayor obedece al Poder Ejecutivo
3.
los miembros del Estado Mayor son
escogidos por cooptación
4.
el Estado Mayor es el que nombra al
director de los servicios de inteligencia
En pro de la
coordinación, en beneficio de la unidad de acción, es el Poder Ejecutivo el que
manda sobre las unidades militares y policiales, así como sobre los servicios
de inteligencia. Obrar de otra manera implicaría una cierta descoordinación en
mayor o en menor media.
Es un hecho demasiado
frecuente que el presidente del gobierno haga un uso inadecuado de los
servicios de inteligencia. Eso es así en casi todos los países, se trata de una
tentación constante a lo largo de la historia de las democracias.
Por eso, el peligro
desaparecería con una medida sencilla: determinar constitucionalmente que el
presidente del gobierno no puede hacer ningún nombramiento en los servicios de
inteligencia, sino que estos nombramientos dependen del Estado Mayor.
Con tal norma, los
servicios de inteligencia van a poder gozar de independencia de acción si
observan que alguna de las consignas que reciben no son para el bien público
sino particular del gobernante. Es decir, se obedece siempre al Ejecutivo, a no
ser que la orden sea dada para beneficio personal de un gobernante o del
partido gobernante o contraria a la constitución.
Alguien podrá decir que
sí, que con este sistema el servicio de inteligencia será obediente al
presidente, pero con capacidad de independencia si es necesario; pero ¿qué
hacer si el Estado Mayor se corrompe? Como ellos escogen quién ocupará la
vacante de un general, el sistema forma una cápsula cerrada: si se corrompe,
nadie podrá poner remedio.
Pues sí, hay un modo para
evitar que suceda eso, y es que si el congreso y el senado se ponen de acuerdo
(con mayoría del 70% de escaños) pueden cesar a todo el Estado Mayor o solo a
algunos de sus miembros.
♣ ♣ ♣
Sé que estas parecen las
reglas del Monopoly, en este caso el Monopoly del poder. Buenas o no estas
reglas siguen una racionalidad; buscando siempre la mayor simplicidad. En este
caso, un servicio de inteligencia obediente al presidente, pero capaz de decir “no”
cuando, colegialmente, la cúpula del servicio secreto considere que una
investigación, una acción, una línea de actuación no debe ser emprendida.
Lo que he expuesto puede
gustar más o menos, pero los sistemas actuales, creedme, son mucho peores; en
España, en Estados Unidos y en tantos lugares.