Lo que es la memoria: hoy me he
acordado de un episodio muy concreto de mi vida. Tuvo lugar hace casi 30 años. Fue
una ocasión en que una persona que me humilló muy agriamente fue humillada en
el mismo lugar en el que me avergonzó y por la misma causa que me echó en cara;
y ambos episodios ocurrieron a menos de un mes de distancia. Y, además, el
segundo episodio ocurrió ante mi presencia.
Todo fue tan increíble que no dudé
de que era la Mano de Dios. La persona que sufrió la humillación inclinó la
cabeza hacia abajo y se sonrió, pues se hizo consciente de que yo estaba
presente.
No sentí el más mínimo placer en
contemplar aquella escena. Pero sí que me di cuenta de que el “culpable” se
limitó a sonreír —era como si no se pudiese creer la escena que acababa de
suceder— sin recapacitar. Sin ninguna duda, no recapacitó.
Todo era tan evidente, pero no: los
seres humanos no solemos reconocer nuestros errores. Aquello fue tan claro,
pero no sacó ninguna conclusión. Yo saqué la conclusión de que Dios reorganizó todo para decirme: "Estoy contigo, lo escucho todo".