viernes, diciembre 02, 2022

El cuadro “La libertad de expresión” de Norman Rockwell

 

El Estado de Derecho, el imperio de la Ley, la división de poderes, la preservación de la libertad a pesar de que las urnas otorguen mayorías absolutas, el encadenamiento del Poder al ordenamiento constitucional para que la democracia continúe… En eso creo y entiendo que haya juristas, agentes de las fuerzas de seguridad y parlamentarios que estén dispuestos a morir por la libertad del Pueblo.

Yo defendí que los congresistas de Herri Batasuna, en 1990, pudieran ser congresistas sin jurar la constitución. Lo hice por razones meramente constitucionales.

Defiendo que Puigdemont es miembro del Parlamento Europeo, aunque no haya pasado a recoger su acta en España. Si un mero trámite afecta o no al mandato del Pueblo es una cuestión que afecta a la filosofía del Derecho. Pero me parece claro que el ser representante de una parte de la población es lo que constituye la realidad de ser parlamentario, y no un cualquier detalle formalista que no afecta a la esencia de lo que significa ser representante del Pueblo.

Por razones constitucionales, defiendo la libertad de expresión para los que quieran convencer a los demás de que una parte del territorio español debe independizarse. Es un tema que se puede lícitamente debatir y que, por tanto, debe estar amparado por el derecho de expresión. Por razones constitucionales se debe amparar la libertad de expresión de los que no están de acuerdo con la constitución.

Podría seguir desgranando sentencias y cuestiones en las que estoy a favor de los derechos de aquellos que piensan radicalmente distinto de lo que pienso, o de la mayoría. Hay que defender los legítimos derechos de los individuos malos. Es decir, incluso los asesinos, los terroristas, los ladrones merecen el beneficio de la Ley, el amparo de la Justicia.

Defiendo el derecho de Rufián (Ezquerra Republicana) a usar su turno de palabra para hablar con el tono con el que habla, un tono que resulta muy difícil de sufrir. Pero nos guste o no, él es la voz de los que le han votado.

Ahora bien, fue gravísimo que el que presidía el congreso hace pocos días echara de la tribuna a una congresista por llamar “filoetarras” a algunas personas.

Ese calificativo será verdad o no, esa no es la cuestión. Lo que está fuera de duda es que ella tenía derecho a expresar lo que pensaba acerca de si eran filoetarras o no.

La función de la presidencia de la cámara no es la de hacer de policía del pensamiento, tampoco la de decidir qué está bien y qué está mal. Ese episodio fue inaceptable y ocurrió a la vista de todos. Pero lo que es más triste, ocurrió en el mismo espacio donde la libertad de expresión debe ser salvaguardada como en ningún otro lugar.

Con tono profético, sin temor a equivocarme, puedo preguntar en voz alta: ¿Mañana qué es lo que se prohibirá decir en el congreso? ¿Qué nuevas limitaciones sufriremos bajo pena de que se desconecte el micrófono y se nos haga bajar a la fuerza de la tribuna de oradores? Mañana será la expulsión de la tribuna; pasado mañana será la imposibilidad de presentarse a las elecciones.

Lo de hace pocos días fue una violación constitucional ante los ojos de todos los españoles. No sería preocupante si todo lo demás estuviera bien. Pero en el contexto de un asalto al Consejo del Poder Judicial, de aprobación de leyes inconstitucionales, de colocación de políticos en puestos claves de la judicatura, etc., etc., sí que es preocupante.

Lo de hace pocos días fue especialmente duro, porque se trata de un salto cualitativo. Si no se defienden derechos tan esenciales para la democracia, ¿qué podemos esperar los simples ciudadanos?

..................

Por si os interesa, he subido un vídeo sobre la depresión a mi canal.

https://www.youtube.com/watch?v=-E-0deTIjMk