Estoy viendo, por segunda
vez, los seis episodios del documental Apocalipsis: la Guerra Fría. Solo
puedo quitarme el sombrero ante un documental tan detallista, tan profundo, tan
insuperable en todos los aspectos.
Pero cuando uno ve las inmensas
consecuencias, trágicas, del comunismo en la Humanidad, uno entiende mejor
cuánto daño ha hecho esa doctrina. ¿Cómo fue posible que el marxismo adquiriera
en los años 60 y 70 ese barniz de respetabilidad en las sociedades
democráticas? Aquellos regímenes no eran otra cosa que verdaderas maquinarias
de opresión. Opresión para sus propios conciudadanos, pero verdaderos cánceres
para las pacíficas naciones vecinas.
Se trataba de regímenes
de esclavitud que solo acabaron por una decisión divina. En verdad que podían
haber perdurado varias generaciones más.
Con razón que la bandera
de la Unión Soviética, de China, de Vietnam, Albania fueran completamente rojas,
porque esos Estados nacían de verdaderos baños de sangre de los ciudadanos que
lucharon por la libertad antes de convertirse en naciones de siervos.
Por decisión divina, solo
por eso, Portugal se libró de ese cáncer en 1933 y España en… [de mi país no
digo nada que pueda ser constitutivo de delito dentro de un par de años].
¿Podemos hablar de
neomarxismo ahora? No, realmente no. Los gobernantes de países como Venezuela,
Nicaragua y otros lo que practican es un populismo tiránico, pero ya no existe
ninguna cobertura intelectual, por más que esos presidentes crean que sí. Se
consideran herederos de los países marxistas, pero realmente son dictaduras
populistas sin otro rumbo ideológico, carentes de cualquier soporte
intelectual, que la sencilla idea de aferrarse al poder a costa de la lucha por
los pobres.
No, no podemos hablar de
neomarxismo, sino de populismo latinoamericano del siglo XXI. Por abreviar
podríamos hablar de neopopulismo. Después de los resultados que este tipo de
partidos han tenido en Italia o España en lo que llevamos de siglo (con subidas
y bajadas), para nada debemos tomarnos a la ligera el peligro que suponen para
la democracia.
La influencia de los
grupos neopopulistas en la política española se ha evidenciado en la
legislación, en la radicalización del rumbo de varios partidos y en más
aspectos que no voy a desgranar. El peligro es real y no se conjura porque el
resultado sea uno u otro en una determinada consulta electoral.
Hay quienes piensan que
la Iglesia debería estar abierta a este nuevo tipo de “ideas”, pero me
congratulo de que los obispos de España y el clero no se ha dejado engañar lo
más mínimo. Guardan silencio porque ¿serviría de algo decir en voz alta lo que
pensamos? Sí, guardan silencio, pero no hay ninguno de los obispos que haga
ningún gesto hacia ese tipo de grupos. Nos llegará nuestra hora, no tengo la
menor duda, pero al menos nos habremos mantenido con dignidad hasta el momento
en que ellos se quiten la careta y muestren su verdadero rostro. Aunque ya de
por sí la careta es un verdadero anuncio de lo por venir.