Ayer tuve la suerte de
cenar con un matrimonio simpatiquísimo. El rosbíf estuvo delicioso;
digno de una foto para un libro de cocinas. El postre me produjo cargo de
conciencia. Cuando es muy dulce lo asocio al azúcar todo el tiempo, y el azúcar
la asocio a transgresión, a desobediencia a la dieta, a no hacer lo que debo.
Cenamos con un vecino y
después se unieron varios vecinos más en la sobremesa. Los chats de vecinos, una
nueva realidad en los edificios del siglo XXI.
Durante la comida, hablamos
de cosas espirituales, pero después de los postres creo que hice comentarios
que no hubieran hecho la felicidad de los que aprobaron la Ley de Memoria
Histórica. Pero es que, de verdad, me resulta tan agrio que alguien me diga lo
que tengo que pensar.
♣ ♣ ♣
Sabéis lo que amo a los
Estados Unidos. Pero uno de los defectos que tiene esa nación es su perfecto
desconocimiento de lo que ocurre más allá del Río Grande y de lo que acaece más
allá de esa Terra Ignota que hay al norte de las Cataratas del Niágara.
De manera que siguen sin
enterarse del desprestigio que supone que cuatro días después de unas
elecciones nacionales sigan sin saber los resultados electorales de varios
estados. En un país de 47 millones de habitantes como España se suelen tener
los resultados en dos horas, y allí varios días después todavía no.
No es solo una cuestión
de desprestigio internacional, es que un sistema tan ineficiente conlleva
verdaderos peligros para la fiabilidad electoral.